Pagina Siete
Comenzó en el mundo del arte en los años 60, una época de utopías, revoluciones y liberaciones. Ahora, transcurrida ya una década del siglo XXI, con evidentes cambios -para bien y para mal- pero también con las convicciones y costumbres que no varían jamás, Luis Eduardo Aute está convencido de que “estamos ante el histórico final de una era”.
Sobre la coyuntura mundial y la reacción de la humanidad ante ésta, y sobre su formación en la lejana Filipinas en la que nació -bajo bandera española-, habla en esta entrevista el cantautor que se presentará en La Paz el sábado 20 de agosto en el Teatro al Aire Libre.
- Desde sus inicios en la música, ¿en qué cambió en usted como persona y a la hora de escribir una canción?
- Bueno, cambian las formas, las maneras, pero en esencia no ha habido nada digno de mencionarse. Yo escribo canciones para expresar sentimientos, para reflexionar una serie de ideas, para incurrir en mundos imaginarios. Así fue desde el principio y sigo haciendo lo mismo.
Evidentemente, las coordenadas sociales y políticas cambian, pero la primera impronta para escribir una canción es algo muy personal que tiene que ver más con la necesidad de encontrar a un interlocutor para contarle lo que uno siente, cree y sueña.
- ¿Cómo ve la situación actual: la Primavera Árabe, los indignados en España, la crisis de EEUU'?
- Es un panorama complejo, difícil' creo que no solamente hay una crisis económica, hay una crisis en muchos ámbitos: económica, migratoria, de educación; también en la comunicación porque el fenómeno internet está transgrediendo distintos ámbitos. La situación es especial también en los países musulmanes cuyas revueltas -en el trasfondo- son a causa del hambre.
Creo que todas estas crisis juntas están representando una mutación histórica: se acaba una era, la que hemos llamado “era contemporánea”, que arrancó en la Revolución francesa; se está muriendo el capitalismo.
En mi último disco hay una canción en la que juego con las palabras y que al final del siglo pasado presenciamos la caída del llamado “socialismo real”, y en este principio de siglo, estamos presenciando la lenta muerte del “capitalismo irreal”.
Yo creo que el sistema capitalista es un barco que se hunde, y que lo único que ahora hace es buscar algunos parches para retardar ese hundimiento.
Si bien en Asia están los países emergentes con aparentes alternativas, como India y China, poco a poco se están integrando al mecanismo. Yo pienso que en todo caso América Latina está en una situación histórica distinta; ahí está Bolivia que, de una manera o de otra está con el proyecto de construir un barco muy diferente. Desde mi punto de vista, si este mundo tiene un futuro, ese futuro está en América Latina o en África.
Occidente es un precioso museo que agoniza, aunque el reciente movimiento de los indignados parece muy positivo porque muestra a gente joven que está descubriendo una realidad que no le gusta y está manifestando esa disconformidad de una manera vehemente.
Muchos piensan que esto irá languideciendo, pero está ocurriendo todo lo contrario, está acabando una era histórica obsoleta y creo que se puede atisbar una luz pasando el túnel, que puede hacer que las cosas cambien.
- En Bolivia se nos hace muy lejana Filipinas como colonia española y como un pequeño remanso del español en Asia; cuéntenos, ¿cómo fueron sus primeros años en ese país, cómo influyó en su formación?
- Mi padre, que era catalán, fue a trabajar muy joven a Filipinas y mi madre nació ahí, hija de padres españoles. Se casaron, nací y ahí estuve los primeros 11 años de mi vida, con una educación muy diversa.
En el colegio todo era inglés porque los americanos lo habían impuesto todo a su modo tras la Segunda Guerra Mundial; en mi casa hablábamos en español y en catalán, y con los amigos del barrio en tagalo que era la lengua oficial.
De modo que fue una educación plurilingüe, pluricultural, muy contradictoria, porque nada tiene que ver la cultura latina con la oriental y con la anglosajona.
Ése fue el caldo de cultivo en el que me cultivé... tal vez por ahí me venga esa cercanía mía al Caribe y a Cuba, porque creo que entiendo la vida como lo hace la gente del trópico: de una manera más sensual, más de vivir el día a día, no de estar pensando en proyectos a futuro.
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