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domingo, 12 de julio de 2015
Lila Downs ‘Bolivia es un forjador de la música de raíz’
La risa a flor de piel y la alegría de quien disfruta la riqueza de su cultura. Lila Downs, la cantante que exportó el folklore mexicano, habló conLa Razón por vía telefónica sobre el concierto que ofrecerá en La Paz el 27 de agosto.
— ¿Qué expectativas tiene en su primera llegada a Bolivia?
— Muy emocionada porque le tenemos mucho cariño a Bolivia. Creemos que es un forjador de la música de la raíz para Latinoamérica, con todos los elementos. Los instrumentos los tengo en mi memoria, de grupos como Los Kjarkas, que son históricos y siguen fuertes en esa identidad latinoamericana.
— Tuvo contacto con la música boliviana, ¿con qué otros artistas compartió? Luzmila Carpio, por ejemplo…
— ¡Sí, con Luzmila! Claro, hemos tenido esa amistad con ella desde hace años, nos conocimos en París.
— Algo presente en su música, y en lo que coincide con Luzmila Carpio, es la relación que cultivan ambas con la tierra...
— En ese sentido somos como hermanitos. Yo lo descubrí cuando conocí el trabajo de Luzmila y a ella también. Nos preparó una comida que es muy parecida al pozole, que es de maíz. Estuvimos conversando y ella nos hablaba de esa cercanía que existe con la Madre Naturaleza: hay que pedir permiso para cortar un árbol, para matar a un pollo; todas estas cosas son tan similares.
— ¿Qué es lo que escuchará el público boliviano en el recital?
— Un poco de la música del sur de México, vengo de un lugar llamado Oaxaca, donde se acentúa la melancolía y también la cumbia: se acostumbra cantar y bailar, pero de una manera más ceremoniosa, con respeto a los ancestros, a los abuelitos. Cantaremos un tema que compusimos al mole, una comida que ofrendamos el Día de los Muertos, es una combinación de chiles y chocolate. Cantaremos algunos de los temas del más reciente disco (Balas y Chocolate) que alude a esa relación que tenemos los latinos y los mexicanos con el peligro; esa relación extraña que rige nuestros días con toda la violencia que hemos visto. Pero al mismo tiempo seguimos existiendo, cada quien en su labor, en su trinchera.
— ¿Por qué seguir cantando en español, cuando es en inglés que su música se hizo popular en el ámbito mundial?
— Porque lo prefiero, es más elegante y también lo hago por convicción. Creo que me he desencantado un poco con esa parte de mi identidad (risas). Mi padre, que era el gringo de la familia, creo que también estaría desencantado con lo que pasa por allá. Por otra parte, creo que los que migramos, la gente latina que está en EEUU, son una salvación. Si no tuviéramos esa comunidad fuerte y trabajadora que sale y que vuelve a nuestro país, nos alimenta y nos da fuerzas, no podríamos ver lo que somos.
— Estuvo viviendo en EEUU y México toda su vida, ¿cómo se nutrió de esto su carrera?
— Pues me da la posibilidad y el privilegio de extrañar mi tierra. Hablaba con un boliviano precisamente sobre esto: cuando estamos lejanos a ese lugar que tanto queremos, lo pensamos de una manera distinta. De ahí parte la necesidad de componerle las canciones a mi tierra. Al proceso de la mezcal — una bebida embriagante de aquí— le hemos compuesto un tema, también está la pieza del mole y en este disco hicimos una dedicada al cacao, el chocolate, uno de los elementos importantes en el Día de los muertos. Aquí tenemos la costumbre de rendirle culto a nuestros abuelitos y a la gente cercana que falleció. Ponemos en el altar su retrato y les ofrendamos una bebida de cacao calientita.
— ¿Cuál fue la importancia del cine en su carrera?
— Tuvimos el privilegio de que nos invitaran a participar en la música de la película Frida, que fue una presentación a un público más grande sobre nuestro trabajo. Es un poco difícil promover nuestra música, especialmente cuando andamos en el folklore.
— Su producción está clasificada, entre comillas, como música del mundo. Usted pudo, dentro de la tradición mexicana, incluir otro tipo de sonoridades, así como elementos en el vestuario, ¿cómo fue ese proceso?
— Al principio era un poco más purista con los elementos, aunque en mi familia nunca hubo purismo. De raza soy un poco anglo, mi nombre incluso es una contradicción. Mi madre indígena, por un lado, y mi padre yanqui. Me acuerdo de que en mi pueblo aparecía un grafiti en la casa que me decía: go home yankee. Y ese tipo de cosas siempre ha sido parte de mi vida. A pesar de eso, para mí ha sido importante que sobreviva la tradición, pero quizá modernizándola un poco. Hay personas en mi tierra que no ven bien eso, pero existen otros que no, que piensan que es la manera en que va a sobrevivir en el futuro. Pasa igual en la música, creo que me atraen algunos elementos de otras culturas que hemos tenido el privilegio de conocer. Fuimos a Serbia, sus sonidos me parecieron tan hermosos, había algo en común: tenemos muchas bandas aquí y esa es una tierra también de metales y vientos.
— La mujer sencilla, así como la mujer divinidad —tiene la canción dedicada a la Virgen de Guadalupe, Xochipitzahua—, resaltan en su trabajo. ¿Cuál es la importancia de lo femenino?
— La mujer es el pilar de nuestra fuerza y por eso me duele mucho cuando veo a mujeres jóvenes que no tienen una buena palabra para seguir en un buen camino. Me preocupan mucho y me inspiran, porque yo también fui una de esas jovencitas. Tuve la desgracia de que mi padre murió a los 16 años y en mi pueblo —que es bastante tradicional, más mestizo que el pueblo indígena de mi madre— de pronto la gente dejaba de dirigirnos la palabra porque ya no había un hombre en la familia. Ahí me di cuenta de que las mujeres necesitamos un pequeño apoyo para seguir estudiando, seguir un curso en la vida. Al mismo tiempo me hizo más fuerte: los golpes en la vida son los que nos hacen.
— Qué le dice a los bolivianos que la esperan?
— Estoy muy feliz de ir a esa tierra porque representa tanto para mí. Siempre estábamos muy al tanto de las noticias cuando primero ganó Evo, toda la historia de las hojas de coca, muy interesante para mí antropológicamente e históricamente. Estoy muy agradecida por la invitación.
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