Enrique Bunbury, ex vocalista del grupo español Héroes del Silencio, tras su paso grupal, ha destacado con una enorme carrera que le ha llevado a experimentar con sonidos que siempre lo han cautivado. En 2011 lanzó el LP “Licenciado Cantinas” que se constituye en una deliciosa compilación de temas del espectro latinoamericano, grabadas muy al estilo Bunbury, dejando un excelente disco y homenaje a la música de nuestro continente por parte del español. Clauzzen Hernández, a quien agradecemos mucho, es la persona encargada para contactos con Bunbury en Latinoamérica y facilitó a La Guía material exclusivo sobre este disco. A continuación, un escrito sobre “Licenciado Cantinas” realizado por otro grande, Andrés Calamaro.
Licenciado Bunbury
Enrique Bunbury se presenta como (con) Licenciado Cantinas y esta co-lección brillante de “versiones”, un repertorio exquisito y nada habitual, una producción atractiva a cargo del propio Enrique con arreglos “gourmet” de “Los Santos Inocentes”, que bordan texturas clásicas -pero originales- para una colección de joyas encontradas del repertorio panamericano que conviven bajo el preciosísimo de los arreglos y la interpretación vocal de Bunbury, en su mejor momento personal y artístico.
¡Qué dulce espina para Enrique! Aquí la inspiración creativa es la del intérprete artesano, el “cowboy cósmi-co” no firma canciones pero firma una delicia de disco que es “crossover” (bisagra) de nuestra música continental, el desembarco angelino de un artista inteligente, curioso y sensible, resignado a un permanente via-je por el mundo, el tiempo y las armonías.
El “Licenciado…” es el alto exponente de un oficio fértil en intimidad; hay un secreto que sólo conocemos los cantores y aquellos que nos entregan generosamente su corazón a cambio de canciones y canto, y va a permanecer guardado bajo la alfombra del corazón de quien corresponda. Será imposible no gozar con este disco grande. Para mí (un rockero enamorado del cancionero hispano-latinoamericano) es un privilegio poder escuchar “primero” este voluntarioso y apasionante LP de mi querido compañero Enrique, licenciado con honores en las cantinas musicales del continente del idioma.
Sobre algunas de las canciones del disco
El prólogo (“El Mar, el Cielo y Tú” de Agustín Lara), delicioso fresco de bolero instrumental con aromas “Morricone” que da pie a “Llévame” (de Louie Ortega). La emocionante “Mi sueño Prohibido” se presenta vestida con la percusión de Quino Béjar y la aparición estelar de Eliades Ochoa; conmueve entonces la profunda “Pa llegar a tu lado”, una delicia de grabación/interpretación con “ruidos” y cuerdas de terciopelo, que se escucha con el corazón en la garganta. Un con-testador telefónico introduce la analógica “Chacarera de un Triste” (de los Hermanos Simón), reformulada como “bomba caribeña y eléctrica”.
Ódiame (de Barreto/Otero López) se presenta con el órgano Hammond y el acordeón, asimismo bailable y emocionante, en lo que es (sin duda alguna) perfecto ejemplo de esta “salsa”, este “guiso” de ritmos, sonidos y repertorio. Y el equilibrio fue inventado para perder el equilibrio, borrachos de emoción, con una lágrima asomando, ebrios de música, porque sin música la vida sería un error. “El Licenciado (El Mulato)” (de Ricardo Ray & Bobby Cruz) resuelve en psicodélico “salsódromo” después de presentarse con un “jondo” Dobro climático, y se engancha con la dulce tragedia colombiana de “El Solitario” (de Alfredo Gutiérrez), que nos confirma que si “el mar se convirtiera en aguardiente, en él se ahogaba para morirse borracho”. “Que me lleve la tristeza” (de Marcial Alejandro), es una de las mejores interpretaciones de la andadura vocal de Bunbury que se presenta como un sensibilísimo y sólido cantor al lado de las texturas del vibrafón.
“El Día de mi suerte” (de Willie Colon y Héctor Lavoe), se revela con original ritmología “Bo Diddley-Caribe”, incendiario. “Cosas Olvidadas” (un tango de Rodio/Contursi), cantada con espíritu arrabalero. Particularmente emocionante es el cierre de este álbum, con la fuerza moral y profunda de los versos de Atahualpa.
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