lunes, 11 de septiembre de 2017

Festijazz, a tres décadas de un luminoso festival



Al cumplirse 30 años desde la primera versión del La Paz FestiJazz, la primera constatación que me asiste es la del temple e inquebrantable decisión que animaron a su artífice, Wálter Gómez, a impulsar este hecho cultural que es parte de la historia artística contemporánea de la ciudad.

Los primeros festivales, de carácter local, entre 1987 y 2000, permitieron concitar el interés de los músicos que ocasionalmente cultivaban este género y a un público reducido pero convencido del valor del jazz como corriente abarcadora de múltiples tendencias que se proyecta mundialmente a partir de los músicos afronorteamericanos que se apropiaron de los instrumentos ajenos para darles una nueva dirección, con el espíritu vital de los esclavos y marginados de New Orleans y otras ciudades de la Costa Este.

Paulatinamente, ese latido de las tabernas de los suburbios fue llegando a las grandes salas de conciertos y a los centros universitarios. Hoy es el más prolífico ámbito de la música que se nutre de innumerables contribuciones provenientes de diversas culturas en todo el mundo.

El La Paz Festijazz, que en 2001 cobró dimensión internacional, ha permitido a sus cultores y seguidores disfrutar y valorar las expresiones y propuestas de más de 130 agrupaciones y cerca de 700 músicos provenientes de todo el continente americano, Europa y Asia, las que además incluyeron a músicos de la madre África.

Cada septiembre, en el que La Paz se enciende de jazz, asistimos a una nueva e irrepetible experiencia. Como resultado, en esta historia se han ido conformando cerca de 50 agrupaciones nacionales incluyendo tres en el formato de big band, cuya calidad y capacidad creativa se han ido desarrollando de manera sostenida en este trayecto.

Una de las cualidades de esta reunión anual, además de acontecimiento musical de alta calidad y diversidad cultural, es la formativa, gracias a los talleres o “clínicas” que casi todos los músicos visitantes han ido realizando, destinados a jóvenes músicos y estudiantes, un componente indisociable del FestiJazz que se ha traducido en una nueva generación de músicos y bandas que son resultado de este valioso proyecto.

Cuando el Teatro Municipal se cierra luego del concierto de cada noche, se abre otra posibilidad que también es parte de esta fiesta de la música: las presentaciones que se desarrollan en los pubs, donde se abre un espacio para las memorables jam sessions, experiencias únicas donde los músicos improvisan, muchas veces sin haber tocado antes juntos, ejercitando una de las cualidades esenciales del jazz.

Para quienes hemos compartido la oportunidad de acompañar la organización de cada una de las versiones de este festival, luego de la fase previa de planificación y producción, y llegada la hora de abrir los telones y escuchar los aplausos y gritos del público premiando a los músicos, las noches de teatro se van sucediendo con una fluidez tal, que se van “como agua entre los dedos”, hasta llegar a la noche final y la hora de invitar a la concurrencia a la reunión del próximo septiembre, se trata de una aventura llena de afán, sorpresas, magia y afecto. Se trata pues de un inolvidable y consistente aporte para el desarrollo de un movimiento y producción de jazz boliviano, surgido a través de la interacción con las propuestas y el talento de muchos admirables músicos que nos visitan, que prometen retornar, y varios lo han hecho, por la cálida vivencia que se llevan y que posiblemente no imaginaban.

Por ello el FestiJazz, que también se ha extendido a otras siete ciudades bolivianas, cumpliendo una década desde su primera realización en la ciudad de El Alto, es un auténtico logro que merece seguir proyectándose como un referente nacional y de la región sudamericana, y claro… con nuevas sorpresas que llegan de varios continentes y también de reencuentros con quienes nos dejaron un gran recuerdo.




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