El exlíder de Pink Floyd, Roger Waters, deslumbró esta noche al público chileno con el rock sinfónico de "The Wall", una ópera rock engalanada de la más alta tecnología con la que rememoró el sonido conceptual del irrepetible álbum homónimo de su célebre banda.
Las más de 50.000 veteranas almas que abarrotaban el Estadio Nacional de Santiago se quedaron boquiabiertas ante la espectacular propuesta audiovisual con la que el británico construyó su particular "muro" para enmarcar el mensaje eminentemente anticapitalista del disco más vendido en la década de los setenta.
Gracias a su moderno escenario adaptado a las exigencias del siglo XXI, el artista demostró que ha sabido dar con la tecla para actualizar los 30 años de vida de su espectáculo, tanto desde el punto de vista musical, como visual.
A sus 69 años el exbajista, guitarrista y vocalista de Pink Floyd apareció, puntual a la cita, a las 21.30 hora local (01.30 GMT) y, fiel al orden de las canciones de su álbum, inició la primera de las dos veladas que realizará en Santiago con "In The Flesh", tema con el que un bombardero cruzó medio estadio para crear la primera brecha al inmenso muro que reinaba el escenario.
A este potente preludio le siguió "The Thin Ice", que emergió el tono antibelicista del espectáculo con la proyección de fotografías de soldados, víctimas y activistas fallecidos en Irán, Palestina o en Normandía en la Segunda Guerra Mundial, donde murió su padre.
La pared se tiñó de rojo para dar la bienvenida a "Another Brick in the Wall", mítico himno que Waters interrumpió con el sonoro ruido de helicópteros para dar paso a "The Happiest Days of Our Lives", que enlazó de nuevo con la segunda parte de "Another Brick in the Wall".
Fue en ese momento cuando subieron al escenario un grupo de 15 jóvenes chilenos que, además de interpretar los coros de la estrofa principal de la canción, abuchearon la figura gigantesca de un profesor monstruoso, en una clara alusión contra el tradicional sistema educativo inglés.
Tras este prometedor inicio, Waters hizo gala de su espíritu combativo y adaptó el mensaje político de "The Wall" a la realidad histórica local, al homenajear a los chilenos que perdieron la vida durante la dictadura del General Augusto Pinochet (1973-1990).
"Quiero dedicar este show a la memoria de Víctor Jara y a todos los muertos, desaparecidos y torturados. Los recordaremos", dijo en un más que correcto español.
Tras los vítores y aplausos sinceros del anfiteatro, Waters recurrió a su guitarra acústica para desgranar los acordes reposados de "Mother", uno de sus éxitos más reconocidos.
La escenografía audiovisual volvió a ganar protagonismo con "Goodbye Blue Sky", en la que un escuadrón de bombarderos escupieron bombas que simulaban desde cruces, medias lunas, estrellas de David, hasta símbolos del capitalismo como el logotipo de Mercedes Benz o de la petrolera Shell.
Con el paso de la noche, Waters sacó la cara más psicodélica y oscura de su música con "Empty Spaces", "Back to the Wall" "One of my turns" o "Goodbye Cruel World" y de esta manera reconstruyó el inmenso muro blanco para terminar con la primera parte de su recital.
Después de veinticinco minutos de digestión, la pared blanca siguió altiva para escuchar "Hey you", "Is there anybody out there" y "Nobody home", tema con el que el intérprete apareció sentado en la butaca de un pequeño salón desplegable insertado en el propio muro.
Los decibelios volvieron a subir con el soberbio solo de guitarra de "Comfortably Numb", que fue el aperitivo a "In the flesh 2", en la que el británico sacó a relucir sus dotes interpretativas al enfundarse una chaqueta negra con la que imitó la figura de un dictador del siglo XX.
La noche avanzaba y la silueta del muro seguía infranqueable.
Así, tras "Stop" y "The Trial", Waters consiguió derribarlo ante la sorpresa de un público que, tras el punto y final que marcó "Outside The Wall" ovacionó de forma merecida el espíritu de un mito que, pese al paso del tiempo, sigue demostrando porque es considerado uno de los padres del rock moderno.
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