Tiene 22 kilos menos y eso que le faltan tres más para llegar a su objetivo. Su apariencia es sin duda más joven, y él mismo reconoce que aunque es el mismo “jodido” de siempre, a su vida viene el sol cada mañana, porque hace más de dos años que no bebe alcohol ni consume cocaína, esa combinación que le hizo tocar fondo, llegó a aislarlo completamente y lo llevó a un infierno, del que salió con el apoyo de dos médicos, pero sin la ayuda de nadie más que de él mismo.
Sigue sin creer “en mandamientos ni curas”, como dice una parte de la letra de su canción Alas, incluida en el álbum Pesanervios. Es ateo, aunque afirma que de forma “más respetuosa” que cuando compuso el tema; y antes de comenzar a hablar subraya que no quiere aparecer como un predicador.
Abre la puerta de su casa a la revista Extra. Acaba de volver de hacer un trámite en el centro de La Paz, y dentro de hora y media comienza un ensayo con su banda. Pero antes de sentarse a charlar, propone: “¿Un cafecito?, ¿qué tal un Juan Valdés?”.
El invitado acepta sin pensarlo dos veces. Mientras lo prepara llega la primera reflexión. “La vida se pasa rápido”, dirige la mirada al periodista cuarentón que tiene al frente, y prosigue... “Si hablamos en términos futboleros, ya estamos como en el minuto 10 del segundo tiempo”.
Para nadie es un secreto que el ‘Grillo’ Villegas no ha tenido una vida fácil. Dos accidentes en su haber, un disco que se borró el día que lo había terminado, y varias visitas al quirófano con enfermedades complicadas, son algunos ejemplos. Ahora, él sonríe ante eso. “Sabes hermano, tal vez mi vida es algo más pública que la de otros, pero yo estoy convencido de algo, a todos nos pasan huevadas”.
Su primer disco como solista se llamó Huye el sol. El viernes próximo presentará un concierto. Hoy Viene el sol a su vida, y así llamará a ese recital que tendrá invitados internacionales y quedará grabado en CD y DVD.
Cuando se enciende la grabadora, la conversación transcurre en el tiempo y se hace tan intensa que nada puede detenerla. Inevitablemente, Grillo recuerda sus momentos de oscuridad, una oscuridad parecida a la que se va apoderando del living de su casa al caer la tarde y mientras vuelven a su mente esos momentos de tanto dolor. Ni modo, ahora no hay tiempo para prender la luz.
“Mi vida tiene claroscuros, pero siempre fue una búsqueda y una suma de errores cometidos. Huye el sol, un disco lanzado en 1996, era un aviso transparente mío, ahí contaba lo deprimido que estaba y lo enfermo que ya estaba, con el alcohol y las drogas”.
Sin embargo, en aquella época, él estaba convencido de que eso era parte de ser artista, de la noche. “Inclusive uno lo relaciona con la creación. He disfrutado también eso de pasar madrugadas que eran muy largas”.
Admite que la lucha contra ese fantasma fue toda su vida. Intentó dos veces rehabilitarse. “Una fue en 1999, luego de que me di cuenta de que estaba exagerando. Y luego en la década del 2000, pero la recaída fue más dura luego de que una pareja me dejó solo. Ahí se me terminó de caer el mundo y me enfermé ya de una manera demasiado fuerte, demasiado... al punto que había que tomar decisiones”.
¿Cuándo comenzó?, y la respuesta es “muy temprano”, ya se pegaba farras a los 12 años y hoy no lo puede creer, cuando ve a un niño de esa edad.
“No es que me dejé llevar por la edad y la joda, tal vez sea algo con lo que llegué desde antes de nacer, mi padre tomaba mucho. Pero es también algo que yo critico a mis amigos, crecemos viendo chupar. No creo que mi padre hubiera sido alcohólico, pero los fines de semana tomaba hasta condiciones tremendas y terminaba al día siguiente. Eso no lo ves sólo en tu familia, sino en todo lado”.
Siempre ha sido “necio y jodido”. “Toda la vida he hecho lo que he querido, fui un dolor de cabeza para mis padres. Soy muy torpe, y hago las cosas a mi manera. Necedad que no es mala en todos los sentidos, ella me ha llevado también a lograr otras cosas. No quiero echar la culpa a nadie, yo soy el culpable de haber tenido algo que me llevaba a tomar hasta no acordarme desde muy chico. Es muy raro esto, a mi madre no le gustará leerlo, porque siempre lo quisieron ocultar”.
Sus padres abandonaron la zona de Miraflores y llevaron a la familia a una de las primeras casas del barrio de Achumani, en la zona sur de La Paz. Grillo estudió en el colegio San Ignacio, de jesuitas; y se graduó como economista en la Universidad Católica Boliviana.
Desde chico, él se quedaba muy solo, así que tomaba cada vez más seguido. “A los 14 y 15, cuando salía a fiestas con los amigos, ya se descontroló la cosa, dentro de lo que puede descontrolarse uno a esa edad”.
Sus amigos recuerdan que era el más ‘chupaco’. Pero lo peor aún estaba lejos de llegar.
La noche paceña es muy peligrosa, ese es un concepto que tiene muy clavado en su mente. “Si no la respetas, es terrible. Yo caí en sus brazos. Al principio te acaricia, luego te da duro”.
Empezó con marihuana, también desde pequeño. “Pero ese no es el veneno, eso no me da miedo. El verdadero demonio es la cocaína, y combinada con su mejor amigo, el alcohol, se vuelve un infierno si no lo controlas. Me parece que eso ha destruido mi vida, sólo que estoy reponiéndome”, admite.
Detiene el relato. “Un cacho, una vez más que quede claro. Ni me he vuelto predicador, ni cristiano, ni busco victimizarme. Si es que me he animado a contar esto es solamente para decirle a alguna gente que haya pasado o se sienta como yo me sentí, atrapada, y es como un deber decirles que se puede salir, buscar ayuda, y que estar limpio es lo mejor del mundo”.
Hace algún tiempo, una amiga le preguntó cómo se sentía, él le respondió que como si se hubiera librado de un hechizo que estaba oscureciendo todo, y no lo dejaba. “Estaba atrapado en pensamiento, en cuerpo, en alma. Cuando te hablan los amigos que te quieren, tu madre, te ríes, piensas que están hablando huevadas. No te das cuenta, eso lo oscurece todo”.
¿Hablabas de un infierno?, se le consulta. “Sí, y es tremendo. La época que estuve peor, lo perdí todo: amigos, pareja, dinero, laburo, todo, todo”.
Baja la cabeza, toma aire, es evidente que le duele recordar. “Yo tenía unos ahorros que... estaban destinados para otra cosa, y me los he tirado completamente. Todo, todito, no quedó nada”.
Paralelamente, la gravedad de su caso llegó al punto de que no podía salir de su casa, “no podía pasar la línea de la puerta. Primero no lo entendía, claro, más tarde lo asumí”.
Se lo interrumpe, la incógnita es obvia, ¿por qué? “No lo sé, no te lo puedo explicar, no podía dar el paso más allá de la puerta. Así que organicé mi vida de una manera cómoda para ese momento”.
Obviamente en esos días ya no se subía al escenario para nada. “Coincidió con que todos los años, toco hasta antes de Navidad, en diciembre, y me pierdo hasta después de Carnaval”.
Ese año, sin embargo, adelantó la vacación. “Tenía un trato con un taxista amigo que me alcanzaba las cosas legales y otro que me traía las ilegales”.
Sus amigos pasaban por su casa, era “para putearme”, dice, pero después llegó el tiempo que cerró la puerta y ya nadie entraba.
“En ese momento, yo sabía que estaba en el fondo. Ya no dormía en mi cama, sino debajo de la mesa. Pasaban cosas en la cama”.
Otra interrupción obligada, ¿qué cosas?... “El tremens, ves cosas, cuando las vi, ya era demasiado”.
¿Qué ve una persona en ese estado?, ¿gente, fantasmas?... “Yo veía bichos, pero, tengo un miedo terrible. Eso, sumado a tener en la conciencia que mi cabeza ya andaba en esa situación”.
Advierte que el no tener familia e hijos, hizo que su encierro sea muy fácil, bastó hablar con sus allegados para que “no jodan, ellos saben lo cortante que puedo ser, conmigo definitivamente no puedes insistir mucho”.
Su vida, él lo sabe, estaba muy cerca de terminarse. “En esa situación es muy fácil que pase. Y no te estoy hablando de un suicidio, yo nunca lo intenté. Sin embargo, sientes la muerte cerca y, es más, hay momentos en los que quieres que llegue”.
Así llegó a su vida el 11 de febrero de 2011. “Ese día tomé a dos profesionales, y comenzamos la rehabilitación. De eso sí que no me vas a hacer hablar, porque las seis primeras semanas fueron, te aseguro, mucho más feas de todo lo que conté”.
Con su diagnóstico, lo mejor era internarse, pero Grillo no quiso. “Lo hice solo. Los médicos me aconsejaron no estar solo, pero, ¡bah!, no se pudo, por una persona que le pedí que venga y no quiso”.
Ese rechazo lo ayudó. “La rabia me dio fuerzas, el empute del rechazo de esa persona que, supuestamente me amaba mucho, fue el empujón final para decir voy a poder solo. Jódanse todos”. Y lo logró, está convencido de eso.
¿La fama influyó? “No, para nada. No quiero hablar de mi doctor, de los lugares donde fui, porque después sí tuve que ir a algunas partes, pero he conocido montón de gente de todas las edades intentando librarse de esta mierda. Por supuesto, no eran personas ni conocidas ni famosas, sino gente enferma y con mucho, muchísimo dolor”.
Algunas de ellas, según su experiencia, “lo resuelven con placebos, como sectas, cristianismos; otros tienen hijos, otros vuelven con sus exparejas o se vuelven vegetarianos o místicos. Si estos temas funcionan, muy bien, pero ojalá que no se pasen y cuando les quiten su anestesia, vuelvan a lo mismo”, advierte el Grillo.
Para sanarse, tuvo que resolver muchas cosas, y dice que está en proceso de hacerlo todavía. “La muerte de mi padre fue clave”.
Justamente la canción Huye el sol, esa que le dio el nombre al disco de 1996, hablaba de su ausencia, porque partió cuando el Grillo tenía 21 años, hoy tiene 45. “Desde que no estás, las nubes me llueven para crear un bosque de ilusión, para jugar contigo y encontrar un pequeño lugar de paz”, dice la letra.
Hoy, desde su living que se oscurece mientras llega la noche, vuelve a tocar el tema. “Su partida no debió haber pasado. Ni siquiera estaba enfermo, se muere en un accidente. Una noche suena el teléfono, y nos avisan que había fallecido porque conducía con tragos y se chocó. No debería haberse ido, por varias cosas. Por lo que se me quebró adentro, por lo que me dejó, a esa edad yo hacía demasiadas huevadas, era la autoridad central en mi familia... ¿Sabes?, él no hubiera permitido que yo llegue hasta donde llegué. Estando vivo, de un cocacho me hubiera sacado, era muy inteligente, se habría dado cuenta de inmediato que yo pasaba de la línea”.
Aclara una vez más que sus palabras no tienen el objetivo de echar las culpas sobre nadie. “Son cosas que suceden en la vida, y es una ausencia que no deja de doler, es una huevada, aunque aprendas a aceptar las cosas, y en eso estoy”.
Otro factor de análisis: pareja. “Yo siempre he durado mucho con cada una de ellas. De hecho, nunca fui mujeriego. Desde mis 15 años fui, como llamamos en La Paz, el firmeador”, siempre tuve relaciones largas, mínimo tres años, aunque seguidas”.
Se casó muy joven con Mónica Grossman, se separó y luego de ella vinieron otras personas, “seguidas, sin parar, hasta hace dos meses que enfrenté una nueva separación. Lo que sí me di cuenta fue de que ellas me tranquilizaban un poco, me daban la calma de tener alguien al lado para no consumir demasiado. Con una chica firme, no me puedo dedicar a tomar y además de lunes a lunes, era un freno”.
Eso lo lleva a otra conclusión. “Tenía una inmadurez tremenda, que me hacía dependiente de algo. Si no es de la droga o de la botella, era de mi novia de turno. Nunca he caminado solo. Un final, de esos que siempre son tristes, me llevaba a la solución, ir donde la otra, la botella, y con su amiguita, hacíamos un trío perfecto, hasta que aparecía otra relación. Era un círculo vicioso”.
Está a meses de cumplir “tres años limpios. Yo diré que estoy sano, cuando cumpla cinco. Ya estoy libre, tanto, que puedo estar rodeado de gente que toma sus tragos, y yo no tomo”.
A los 45 años, se ha dado cuenta de una cosa fundamental. “Cuando se acabó mi última relación, extrañamente no se me acabó el mundo, y no porque no haya querido a esa persona, sino que todo este cambio hizo que mire la vida de otra manera, en el sentido de aceptar las cosas y de no depender de nada. Por primera vez en mi vida siento que puedo caminar solo, sin anestesia ni rueditas, solo, y es una sensación maravillosa. Tanto, que opaca la tremenda tristeza que siento por la última ruptura”.
Grillo recibe todos los días con una “felicidad extraña. Me abuené con la vida”, exclama.
Una tras otra.
En 2000, BMG Bolivia apostó por él. “Nos animamos a hacer una locura, fuimos a Buenos Aires a grabar en el estudio Circo Beat de Fito Paez, con toda su banda, otros músicos invitados, para que el día del lanzamiento yo cometa la tontería de tomar y tuve un accidente en auto que me dejó fuera de competencia por varios meses, en los que tenía shows vendidos”. Se rompió al menos cinco costillas, tuvo heridas en la cabeza y no podía caminar. “Ese disco no pude disfrutarlo, ni ganar plata, fue un verdadero desastre”.
Cuando se reponía de ese golpe, un disco después, comenzó a notar problemas en su voz. “descubrieron dos pólipos en mis cuerdas vocales. Paré otra vez y me fui a Santiago, me operaron en Las Condes. No podía ni hablar, lo hacía con una pizarrita y la gente que no me conocía pensaba que era sordomudo, fue muy gracioso”.
Otra vez al ruedo, estaba a punto de entrar a grabar, y de sano, “de boludo nomás, me ruedo las gradas y me rompo los ligamentos anterior y posterior y los huesos del dedo índice izquierdo”.
Pasó dos cirugías, con clavos incluidos, y se quedó dos años sin tocar. “Tenía que vivir, y ahí acepté, por ese motivo, la invitación para ser jurado en Operación Fama. La gente aún me sigue puteando por ese tema”.
La recuperación del dedo fue una genialidad de un médico y un trabajo muy intenso de ambos, “tardó muchísimo y estuve a punto de perder movimiento”.
Luego escribió un disco que considera “muy lindo”, Hidrometeoros, y el día que iba a mezclarlo, se le borró todo el disco. “Fue terrible, a grabar todo de nuevo”.
Gracias a su decisión de dejar los excesos, afirma que logró sentir dolores en su cabeza que le llevaron a la detección de un tumor de más de tres centímetros. “Fue el año pasado, me operaron en Bolivia, me lo sacaron. La parte de atrás de mi cráneo es una prótesis. Pero hoy, luego de terminar la charla y de apagarse la grabadora se levanta y se dirige al interruptor para prender la luz, dice que el enfrentarse a esa enorme cirugía es nada, comparado a lo que logró: ver salir el sol
Ateo
“LOS DIOSES SON UN PLACEBO”
Twittero por excelencia, es ateo, y advierte que esa es su ‘línea editorial’ en la red social. “Lo soy, mucho más profundamente, pero con más de respeto. Quizás fui muy irrespetuoso con mucha gente que cree. Trato de controlarme un poco”, asegura. Está seguro de que “los dioses son falsos, de que son un placebo, de una humanidad que tiene un miedo enorme a saber que no hay nada, que estamos solos en una cosa tan grande, y cuando se acaba, pues se acaba nomás. La gente no está preparada para eso”. Afirma que la ciencia explica lo que la gente no quiere entender. “Lo que me llena de mucha esperanza es que la educación y las aulas son una salida para iluminarse, que las regiones más religiosas del planeta no casualmente son Sudamérica, África e India, lugares con poca educación y mucha pobreza. La religión hace mucho daño al ser humano, como comunidad y como persona, como el señor que pedía perdón por los pecados ante un ventarrón en La Paz. Vivir arrodillados para que supuestamente disfrutes todo cuando te mueras, eso no lo acepto”.
Ante un nuevo desafío
Ofrecerá un concierto el viernes próximo en La Paz. La idea es tirar la casa por la ventana.
Su formación fue católica
El líder de la banda Llegas recibe en la foto el cartón. Se lo entrega el sacerdote jesuita Eugenio Domínguez. Luego pasó a la Universidad Católica Boliviana, en la que se graduó como economista, nunca ejerció esa carrera. Es músico.
Una legendaria agrupación
No se puede dejar de mencionar a la banda Loukass, que nació en el pub Socavón, y que luego se convirtió en uno de los íconos. Se separaron a mediados de la década de los 90 y tuvieron al menos tres rencuentros
ALGUNOS NÚMEROS EN LA TRAYECTORIA DEL ARTISTA
5 LOS DISCOS DE LOUKASS
Junto con esta banda, lanzó las producciones Loukass (1992), Akasa (1994), ¡En Vivo! (1994), Akisitos 1 y Akisitos 2 (1999)
10 Los Discos de Llegas
Huye el sol (1996), Almaqueloide (1998), El pesanervios (2000), Espejismos (2001), Revólver (2001), Superjuguetes (2004), Hidrometeoros 2 (2006), Bipolar (2010) y Duramadre (2012)
y Duramadre (2012)
6 invitados para el concierto del viernes
Dante Uzquiano de Wara, Diego Ballón viene desde Chile, Yayo Morales, Mbali Ngcobo (Sudáfrica), Javier Malosetti (Argentina) y Emma Brodie (Escocia).
Marcelo Tedezqui- EL DEBER
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