Les Luthiers presenta su último espectáculo original, ´Lutherapia´, un show con tintes psicoanalíticos estrenado en Argentina en 2008 y que ahora llega a la capital coincidiendo con el 45 aniversario del conjunto. De su buen avenimiento, los nuevos instrumentos informales, el peso de la edad y el parecido de Marcos Mundstock con Freud nos habla Carlos Núñez Cortés, el químico del quinteto argentino.
Pregunta.– Celebran su 45 aniversario y han decidido festejarlo en Madrid. ¿La ciudad les trae buenos recuerdos?
Respuesta.– Madrid fue nuestra puerta de entrada a España en 1974, cuando trabajamos en un pequeñísimo teatro, el Marquina de la calle Prim. Nos fue más o menos... Aquí nadie nos conocía, no llegaban nuestros discos, no existían los vídeos... Y los que sabían de nosotros era a través de ´cassettitos´ vueltos a grabar una y otra vez. Con decir que aún vivía el Generalísimo, ¡es como si hubiéramos estado en otro país! Recuerdo lo que representaba para nosotros esperar trémulos en la madrugada a que salieran las primeras críticas en los diarios. Para mí, que mi abuelito salió de Murcia hace un siglo, era increíble llegar a España con mi producto, ver si lo que hacíamos podía ser consumible.
P.– Si hay un personaje imprescindible en la historia de Les Luthiers, es Mastropiero. ¿Cuál es su importancia en ´Lutherapia´?
R.– Mastropiero siempre aparece, como autor o como un personaje más de todas las tramas. En ´Lutherapia´, Daniel va al psicoanalista (Marcos Mundstock) porque la universidad le ha encargado un trabajo sobre su música y él está muy angustiado porque no sabe por dónde empezar... Y a partir de ahí, enlazamos con todas sus obras: hay una galopa psicosomática, una obra de rock, un blues, una cumbia que versa sobre epistemología e incluso un exorcismo.
P.– Añaden dos instrumentos nuevos a su colección: el bolarmonio, construido con pelotas de baloncesto, y la exorcítara, con tubos de neón. ¿A cuál le tiene más cariño?
R.– No es el más vistoso, pero es mi instrumento, el que vengo tocando desde el principio de nuestra historia, es el tubófono. Está fabricado con tubos de ensayo y con él he tocado prácticamente de todo. Otro que recuerdo con mucho placer es el glamocot, que se usó en una sola obra (´Teresa y el oso´), pero pasó a la historia.
P.– En esta ocasión, el protagonismo recae en Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock. ¿Son los más teatreros?
R.– ¡Es que Marcos se parece mucho a Freud! Daniel es muy buen actor, la gente disfruta mucho, da la talla. Es un papel casi escrito para él. Los otros tres nos ocupamos un poquito más de la cosa musical.
P.– ¿A quién recomendaría una sesión de ´Lutherapia´...?
R.– Nosotros prometemos que durante dos horas los que acuden sentirán ese masaje en la boca del estómago que activa todos los plexos solares y que algunos llaman risa. Sabemos de mucha gente que durante los días siguientes continúa riéndose del espectáculo, algunos porque son de deliberación lenta, pero a otros les durará el beneficio de la terapia.
P.– Cumplen 45 años juntos y bien avenidos, mejor que muchas relaciones de pareja. ¿Les ha costado muchas ´lutherapias´?
R.– Los argentinos somos afectos, casi adictos, al psiquiatra y a las terapias psicoanalíticas. Es un país donde la gente no necesita sentir demasiada angustia para ir. Pero sí, Les Luthiers hemos hecho durante muchos años terapia para comprender las tensiones que surgen naturalmente de un grupo que trabaja durante años en un proyecto común, desde las envidias al cansancio.
P.– ¿Y cuál es el secreto de su unión?
R.– Esto que hemos inventado entre los cinco, que nos supone un enorme placer, y también el éxito creciente que hemos tenido durante todos estos años. Y la tercera razón, no menos importante que las otras: que nos ha permitido vivir bien, porque la mitad de la vida uno se la pasa viendo cómo sobrevivir...
´Lutherapia´. En el Palacio Municipal de Congresos de Madrid (Avda. de la Capital de España, s/n. Madrid). Hasta el 21 de octubre.
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