miércoles, 4 de abril de 2012

Los tributos invaden el espectáculo

Los escenarios se llenan de cóvers y dejan en segundo plano a las creaciones originales.

“Ocho años atrás, fui a escuchar una banda de rock en un conocido pub de la ciudad. Me encontré apenas con una composición mediocre, de melodía predecible y banal. El resto era historia: malos cóvers latinos de los 90, que asfixiaban y hacían una noche larga y tediosa. Recuerdo cómo me dolió la billetera, porque no encontré nada novedoso, aunque sí una profecía: la ciudad se llenará de shows similares en un tiempo”, cuenta Delia M. El cantautor Grillo Villegas expresó una vez: “¿Quiere sentirse rockstar y a la altura de los verdaderos músicos?, ¡haga un tributo!” Hoy en día crecen más las bandas que hacen homenajes a los clásicos. Es común escuchar un compilado de cóvers, una rockola de hits musicales, antes que un producto original. Uno revisa los afiches cada fin de semana en los pasacalles, y son un menú de honores a músicos fallecidos o famosos. Lo curioso es que este tipo de espectáculos abunda en el consumo popular paceño. Los músicos y críticos, a continuación, dan su opinión.

Comodidad. El camino más sencillo para levantar una carrera ha llevado a muchos artistas a realizar cóvers. Comodidad o estrategia económica, o bien, un intento por alcanzar renombre, es estilo de vida de muchos. El columnista y conductor del programa Cincuenstones, Puka Reyesvilla, ve esta actitud como “el facilismo, la apuesta por lo seguro, el tufo a business”. Fabián Lema, guitarrista de Katrina 9/11, cae en cuenta de que “la mayoría de los boliches prefieren dar fechas claves, como viernes o sábados, sólo a bandas que tocan tributos o a dinosaurios de la prehistoria”. El crítico, periodista y locutor del programa cruceño El Turbión, Jorge Arduz, opina que los tributos “viven del éxito de otros, teniendo talento no lo usan para crear sus propias canciones”. El DJ, productor y músico Javier Grossman, mejor conocido como “Trans”, explica que “muchos artistas no entienden el compromiso del arte. Por eso las propuestas originales son mediocres, por su valor comercial”.

El reinado. Andrea Figueroa, cantautora de soul, manifestó que los tributos matarán al rock. “Estas presentaciones se han adueñado de todos los boliches, del público (poco culto) y de los fines de semana”. Ante esta demanda, los artistas que crean música se han visto arrinconados. Dieter Koenigfest, guitarrista de sesión, que tocó con bandas como Llegas y Wara, destaca que “esa calidad interpretativa es para llorar”. Chelo Navia, en cambio, compositor de la banda cochabambina OIL, que en 2004 se lanzó a la escena con composiciones originales, admite que “toda banda que comienza se identifica con cierta música y empieza a sacar canciones en su instrumento. El cóver es un proceso sano durante el aprendizaje, como leer un libro para nutrirte como escritor y adquirir técnica. Mas no creo que tenga que ser esencial. Tan sólo debe ser un puente para crear algo propio”.

Educar. Álex Zapata, guitarrista de Devinylos, una banda que se caracteriza por interpretar canciones de Hendrix y Steve Ray Vaughan, defendió su postura.
“Las bandas tributeras, en general, buscan un grupo que saben que a la gente le va a gustar, e intentan copiar sus éxitos, no para educar al público, sino para satisfacerlo con una nostalgia aburrida”. Zapata distinguió este tipo de artistas de aquellos que, como su banda y unas cuantas, no hacen tributo, sino recrean la música, y “tratan de entenderla, estudiarla y luego interpretarla“. “Cada proceso de componer es único. Copiar a un artista es no hacer una verdadera versión. Si un cóver se hace con criterio, puede llegar a versiones bellísimas. Es mejor educar los oídos”. finaliza Dante Domínguez, integrante de Enfant.

11 artistas y especialistas dan su punto de vista sobre la proliferación de los tributos musicales.

1 de cada cinco artistas presenta un show con un 95% de composiciones propias.

Los tributos se han constituido en la fuente de ingresos de los escenarios más importantes del país. Según los expertos, la falta de una industria genera un interés comercial por escuchar cada fin de semana la música de artistas extranjeros, sin identidad propia.

1 especial de cóvers resulta mucho más lucrativo y rentable para el dueño de un boliche.

“Como músicos, debemos proponer. La gente sabe qué va a ir a escuchar y debe haber una conexión sincera, a través de composiciones propias”.

“Chelo” Navia Valdivia / VOCALISTA DE OIL

“Lucrar a costa de la música de otros sin pagarles por los derechos de ejecución, es deshonesto. Es mejor un músico promedio que aporte”.

“Vito” Paredes / BAJISTA DE ALCOHOLIKA

“Cuando se interpreta, investiga y entiende la música favorita, normalmente no es por razones lucrativas ,sino por una verdadera pasión”.

Álex Zapata / DEVINYLOS

“No existe una industria en el país, para firmar un contrato y darse a conocer. Por eso el arte no tiene identidad acá”.

La identidad en el arte. “Los tributos despojan de autenticidad al arte boliviano y lo convierten en mercancía”. “Vito” Paredes, exbajista de Alcoholika, aclara que muchos artistas llegan a venderse y “lo hacen porque le ven un buen ingreso monetario, pero quedarse en eso es perder identidad”. Fabián Lema, de Katrina 9/11, descubre que, lamentablemente,
“el medio desnaturalizado y consumista es un círculo vicioso y sin identidad”.

La falta de una industria. Lema, de Katrina 9/11, encuentra un malestar en la economía nacional, que impide generar productos originales. Según el músico, la falta de apoyo priva a los talentos genuinos. “Debido a la economía en la que vivimos, donde la mayoría de la gente, debido a la educación y a la realidad nacional, no aprecia a la música rock, no existe industria en el país (...) Más les interesa saber a los medios lo que dice el jugador de fútbol o la modelo X”.

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