A varios metros a la redonda se oían los gritos que respondían a una voz en inglés... Ya adentro, el escenario, como un dragón suelto, no escupía fuego, sino pintura sobre una marea humana que jamás se mostró agotada y recargaba pilas. Eso fue la segunda edición de la Life in Color (LIC), esta vez en el parqueo 2 de Fexpocruz.
El ‘set times’ se inició, pasadas las 20:00, con Awaio, Partz Culture y Passol, que derivaron en un desenfreno total, pero limitado, porque la organización hizo tres cosas, le cerró el paso a los chiquillos (entre 15 y 17 años), puso seguridad en todas las esquinas y estuvo atenta a que no se registrara ningún incidente hasta pasadas las 2:00.
Lo bueno
Indiscutiblemente lo bueno fue la impecable organización (que también montó el monstruo del Ultra en Santa Cruz). Cada uno de los funcionarios atendió al público y a la prensa, y resolvieron las peticiones de todos.
La seguridad también merece 100 sobre 100. Se distribuyó muy bien las labores en el lugar y demostró madurez al atender a los jovencitos rebeldes.
Lo malo
El clima. Todo el tiempo las nubes amenazaron con lluvia. Y la chilchina estuvo recurrente. Pero solo quedó en eso.
Faltó un lugar donde parquear el auto. Sobre la avenida Roca y Coronado y en las calles cercanas se registraron filas interminables de motorizados.
Lo loco (no lo feo)
La pintura, mezclada con la actitud de la gente, dio como resultado un caos (en buen sentido) durante todo el show. Hubo desenfreno de la alegría, pero nadie buscó pleito con nadie.
Cada vez que el dragón les exigía a sus ‘domadores’ que saltaran o que gritaran, estos respondían. Y cada vez que la pintura salía despedida de las mangueras, todos elevaban las manos al cielo y pedían que nunca se detuviera.
Fue una locura ordenada, monitoreada y llena de color. Ahora, ¡qué venga la tercera!
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