A la espera de que se conozcan las causas del acto criminal, lo único cierto es que Argentina pierde una de sus más ilustres voces y la música latinoamericana a un gran artista, poeta comprometido con su entorno.
Nacido en la ciudad bonaerense La Plata en 1937, Cabral se erigió como un auténtico bardo, sabio y cercano, que con composiciones sencillas dignificó la música de autor. Pasó una infancia muy difícil, marcada por la extrema pobreza y llena de infortunios como perder la voz durante unos años o el abandono de su padre, que obligó a su madre a criar a siete hijos sin apenas recursos.
Según contaba él mismo, se dedicó a la música tras conocer a Simón, un vagabundo que le recitó el Sermón de la Montaña y le demostró la existencia de Dios. Esta experiencia fue lo suficientemente mística cómo para llevarle a coger una guitarra y componer “Vuele bajo”. Formado en la escuela de la calle, Cabral se dejó empapar en los cincuenta por el bello caudal del folk argentino. De esta forma, admiró a maestros como Atahuallpa Yupanqui y José Larralde. De ellos aprendió a dar un acento espiritual a su poesía callejera, cargada de crítica social e inquietudes existenciales. Durante un tiempo grabó como el Indio Gasparino.
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