Es viernes 25 de julio y se me asigna cubrir el concierto que el músico y productor mexicanoestadounidense A.B. Quintanilla III dará esta misma noche. Él y los Kumbia Kings All Starz abrirán el Decibel Fest en el Teatro al Aire Libre, que también presentará a los argentinos Los Auténticos Decadentes. Lo que en la oficina de redacción no saben es que al asignarme este trabajo cumplirían un sueño mío: conocer en persona al hermano de Selena, aquel que compuso las canciones más famosas de la artista.
Lo primero que hago es preguntar los detalles del show. Credencial, contactos, el apoyo del fotógrafo Eduardo Schwartzberg... todo está listo. Tendría también la oportunidad de entrar a los camerinos con los 14 ganadores del concurso que Paceña había lanzado tiempo atrás para conocer a los artistas. ¡Esta es mi oportunidad!
A las 19.00 estoy en la puerta del teatro. El concierto es a las 21.00, pero ya hay una larga fila para ingresar al área VIP. Cuando al fin entramos, nos ubican en un sector cerrado al lado del Lounge, del que la prensa no puede salir.
A las 21.00, A.B. Quintanilla (Abraham Isaac Quintanilla III) y su grupo empiezan el show con la canción de Selena Baila esta cumbia. Al principio hago mi crónica muy seria, “profesionalismo”, me repito a mí misma. Pero empiezan a tocar mis canciones favoritas: Dime quién, Muero por ti, Te quiero a ti, Hipnótica, Fuiste mala, Mi dulce niña, Blanco y negro... ¡Qué horror! Soy la única periodista que baila y corea. Para mí misma, me declaro fan de A.B. Quintanilla y los Kumbia Kings All Starz.
El recital va a llegar a su fin y anuncian el ingreso a camerinos: dos fotógrafos y yo teníamos el permiso. Yo sería la única periodista, aunque sin permiso para hacer una entrevista. Como fan, siempre iba a los conciertos y trataba de lograr una foto con él, sin conseguirlo. No sé cómo, pero ahora tendré la entrevista.
Al entrar a camerinos, lo veo. Mi primer impulso es correr a abrazarlo y decirle “¡soy tu fan!”, pero estoy trabajando. Así que me acercó a A.B. y le pido una pequeña entrevista... muy amablemente me dijo que sí.
—¿Qué le pareció el público paceño?, le dije.
—Tú dime a mí.
— Bueno, yo estaba cantando y bailando con las canciones.
— Para mí es lo que cuenta. Eso es muy importante cuando vamos subiendo a la tarima a tocar, presentar nuestro show. Que haya electricidad en el aire, que haya una conexión con el público. Cada vez que venimos a La Paz siempre el público forma parte de esa electricidad; porque la música es frecuencias, notas... pero al fin del día, el público es el que nos hacen sentir eso.
— ¿Has sentido una conexión especial con el público?
— Sí claro. Lo que me gusta es que cuando compongo las canciones con mi compañero, la gente de Bolivia es la que va a decidir si es un éxito. Los bolivianos son bien detallistas; se fijan en cada nota, arreglo, producción y letra, eso es muy importante. Es lo que toca mi corazón cuando yo veo cantar a la gente con sentimiento. Hay una conexión entre mi corazón con el público cuando toco las canciones. Es algo bonito. A veces, como ayer, tenía muchas ganas de llorar, porque uno trabaja muy duro, aunque una canción puede durar tres minutos, a veces nos toma tres meses el componerla. Tenemos que hacer los arreglos; si no nos gustaron, hacerlos otra vez; repetir si no nos gustó cómo iba el temple, etc. Es mucho trabajo. Pero estoy bien agradecido con el público de Bolivia.
Al terminar de hablar supe que no me podía quedar sin mi foto: posamos para la cámara. Me despedí con un beso y un abrazo, ya lejos de mi faceta de periodista. Y es que un sueño personal se había cumplido.
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