Corría el año 1948 cuando Eduardo Laredo, aceptando los consejos de sus amistades, partió a Estados Unidos con toda su familia. Su pequeño hijo, Jaime, de seis años, llevaba dos años tocando el violín y su talento empezaba a desbordar la capacidad académica que le ofrecía Bolivia; también debía buscar un mejor futuro para sus otros dos hijos, Marta y Teddy. Los Laredo se completaban con Elsa Unzueta, esposa y madre.
Es viernes, el calendario marca el 13 de junio de 2014. Son las 15:00 cuando Jaime Laredo contesta el teléfono desde su casa en Vermont, en el país donde recaló hace 66 años y lo vio convertirse en uno de los mejores violinistas del mundo.
El año pasado se anunció con mucho entusiasmo el regreso del maestro a Bolivia para una serie de conciertos junto a la gran pianista boliviano-holandesa Ana-María Vera.
En mayo de este año Vera llegó al país para confirmar la noticia. Laredo volverá a tocar en el país después de 33 años.
Volver al país
Lo primero que expresa Jaime Laredo, hoy de 73 años, son las ansias que tiene por pisar los escenarios de su tierra natal, a la que no visita hace aproximadamente 25 años, cuando vino a los funerales de su madre.
“Mi familia tenía una casa en la avenida Ballivián y después la dejamos. Lo que yo más recuerdo es que la casa donde yo crecí verdaderamente era en Queru- Queru. Tengo muchas memorias lindas de eso”, cuenta Jaime, y explica por qué demoró tanto en visitar el país: “Simplemente, porque mi vida es muy complicada. Estoy viajando casi todo el año. Solo nos tomamos más o menos un mes aquí en época de verano, y este año en vez de tomar esa vacación, que es la que siempre tomamos en agosto, hemos decidido ir a Bolivia”.
Habla en primera persona del plural para incluir a su esposa Sharon Robinson, una eximia chelista con la que contrajo matrimonio en 1977 y que también será parte de las presentaciones junto a Vera.
Un héroe nacional
Es difícil hacer un recuento de lo logrado por Jaime en su carrera musical. Difícil porque se podría llenar páginas enteras con lo que hizo: tocó con orquestas sinfónicas, de cámaras, formó dúos y tríos con músicos de renombre; en su faceta de director estuvo al mando de la Orquesta Filarmónica de Escocia, de la de Nueva York, también de la de Montreal, entre muchas otras. Los que estuvieron a su lado desde sus inicios afirman que todo estaba escrito, y se confirmó en 1959, cuando gana el primer lugar en el Premio Reina Isabel, en Bélgica (fue el primer latinoamericano en obtenerlo, y el más joven).
Uno revisa su trayectoria y queda impresionado ¿Cómo ve todo esto usted en cuanto a su carrera? ¿Está conforme con todo lo que ha conseguido?
Es un poquito difícil para mí decir qué me parece, pero lo único que puedo decir es que verdaderamente he tenido una vida muy linda, muy llena verdaderamente de música…( pausa). Es que no sé realmente qué decir. He tenido mucha suerte, poder tocar por ejemplo con tan grandes músicos como Glenn Gould, Izaak Stern, etc. Es algo que nunca me he de olvidar.
¿Qué significó para usted haber ganado el premio Reina Isabel? ¿Considera que fue el disparador de su carrera?
Sí, verdaderamente. Yo tenía 17 años y fue un gran honor. Pero fue muy difícil, francamente, porque estaba recién graduado del instituto de música Curtis y ya tenía una carrera, que nunca la esperaba tan rápido. Pero si no hubiera existido eso (el premio) no sé cuánto tiempo me hubiera tomado hacer carrera.
Eduardo Laredo falleció en Cochabamba en 1976. Regresó sabiendo que su hijo alcanzó su objetivo. Por ese entonces, Jaime era un héroe nacional y un teatro de La Paz llevaba su nombre; su labor (era músico, fue uno de los maestros de Jaime) fue reconocida cuando se creó, en 1964, el Instituto Nacional de Educación Integral y Formación Musical Eduardo Laredo.
Con un español casi perfecto (su padre les insistía hablarlo en casa y tiene la oportunidad de ponerlo en práctica con algún alumno latino o en sus viajes a España) Jaime recuerda que tuvo la posibilidad de dar conciertos junto a otro gran músico boliviano, como el pianista Wálter Ponce, que actualmente es profesor en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Ahora estará con Ana-María Vera, quien también fue una niña prodigio.
A Ana-María la conoce desde pequeña, le perdió el rastro un tiempo pero se rencontraron hace algunos años en Londres, cuando la concertista fue a ver una de las presentaciones de Laredo; a partir de ahí surgió la idea de hacer algo juntos, así se concretó lo de agosto.
Vera lleva adelante la Fundación Bolivia Clásica, para el apoyo de jóvenes con talento en la música. Laredo trata de ayudarla en esta gran labor con lo que se pueda. Es más, consiguieron junto a su esposa que la firma Robertson’s Violins, de propiedad de unos amigos, les donara violines, violas y chelos a esta fundación.
Los mentores y el futuro
Desde Carlos Flamini, su primer maestro de violín, Jaime menciona también a Joseph Gingol y a Iván Galamian como sus mentores. Recuerda los trabajos, presentaciones y grabaciones efectuadas con músicos como Pablo Casals, Guido Serkin y , sobre todo, con Isaac Stern. “Isaac ha sido muy importante en mi vida. Ya murió hace varios años, pero he tocado tanto con él y hemos hecho tantas grabaciones. Como por 15 años tocamos en un cuarteto”, relata.
Jaime, con su esposa Sharon y el pianista Joseph Kalichstein llevan 38 años con el The Kalichstein-Laredo-Robinson Trio, al que reúnen una o dos veces al año para hacer giras por diferentes países.
Otro punto alto de su carrera fue el disco con el enorme pianista canadiense Glenn Gould, en 1976. Laredo firmó un contrato con la CBS Récords (hoy Sony), que estaba interesada en grabar las sonatas de Bach. Laredo quería hacerlo pero no sabía quién podía acompañarlo. Un directivo de la CBS, en una reunión, dijo que conocía a Gould y que le consultaría. Llamó ese instante al pianista ante la incredulidad de Laredo, que no lo había visto nunca personalmente, y en ese mismo instante Gould aceptó contento, mientras decía lo mucho que le gustaba el trabajo del violinista boliviano-americano.
Jaime tiene una hija, Jennifer, producto de su primer matrimonio con la pianista Ruth Meckler. Jennifer tiene 44 años y está casada con el chelista británico Paul Watkins, con el que tienen dos hijas.
El concertista espera buenos resultados de esta visita, ya que estará dando talleres y clases magistrales, hablando de sus experiencias en todos estos años de música. Por esta razón no sabe si podrá visitar los lugares que dejó cuando se fue de Bolivia, y de los que no sabe nada de cómo estarán hoy.
¿Renunció a muchas cosas para ser músico? ¿Lo consideraría un sacrificio?
Francamente, no creo que sea un sacrificio de nada. Para mí ha sido ser lo que quería ser más que nada, y es una vida llena de música. He tenido la oportunidad de estar con tantos grandes humanos. Ha sido... bueno, no debería decir “ha sido”. Es una gran vida, porque sigue siendo así y ojalá que lo siga siendo por muchos años todavía
ESTRELLA DEL CHELO
S. ROBINSON: LA ALIADA MUSICAL DE JAIME LAREDO
Experiencia. Con una impecable trayectoria, la chelista Robinson forma junto a Laredo una dupla increíble
Sharon Robinson tiene 63 años y una vida ligada a la música. Desde ya dijo estar muy feliz de poder regresa a Bolivia, a la que vino hace múchísimo tiempo junto a su esposo y a Joseph Kalichstain, cuando dieron conciertos en algunas ciudades. “Recuerdo los hermosos paisajes bolivianos”, indica.
La concertista es considerada una de las músicas más importantes de su generación y ha grabado muchos discos con composiciones de renombrados compositores.
Ahora espera encontrarse con algunos viejos amigos que conoció aquella vez y quiere hacer nuevos amigos, por supuesto, y lo más importante, servir de ayuda para los nuevos músicos a los que tendrá la oportunidad de ver gracias a la Fundación Bolivia Clásica, de Ana-María Vera.
Sharon considera importante aconsejar a los músicos de que ellos, al igual que los atletas, deben cuidar sus cuerpos y no sobrepracticar, cuidarlo, hacer trabajos de calentamiento y elongación frecuentemente, y nutrir sus células tomando mucha agua y comida saludable. Además, sugiere que los músicos deben enfocarse en su carrera, no tratar de hacer muchas cosas al mismo tiempo.
“Creo que una de las partes más importantes de mi vida ha sido la de enseñar, traspasar todo mi conocimiento a otras personas; además de haber tenido la oportunidad de tocar con grandes músicos de todo el mundo”, agrega Robinson.
La cellista comenzó en la música a los cinco años; sus padres siempre tenían instrumentos en la casa, así que ella no podía estar indiferente a eso.
Robinson señala que la vida junto a Jaime es muy gratificante, como esposo y como músico. Nunca tuvieron problemas en los conciertos, ni envidias personales. Ahora está con muchas ganas de tocar en el teatro que lleva el nombre de Jaime, en La Paz
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