Megadeth demostró por qué es la leyenda del thrash metal mundial, a casi tres décadas de su creación; aunque no se mereció una excesiva demora reprochable.
El show que debía empezar a las 19:00 con el telonero Track, precursores del metal boliviano, nunca ocurrió. A duras penas, las puertas del estadio Hernando Siles se abrieron cerca de las 21:00, tres horas más tarde de lo prometido. Track no tocó por problemas técnico. Los organizadores dijeron que Megadeth se tomó su tiempo para ajustar los más mínimos detalles técnicos, lo cual no justifica dejar a la gente esperando infinitas horas en afueras del estadio donde no hubo los cordones de seguridad, lo mínimo en cuanto a seguridad para este tipo de eventos.
Faltando unos 15 minutos para las 23:00, las luces se apagaron, los corazones latieron y Dave Mustaine, el legendario guitarrista, abrió uno de los mejores conciertos del año en La Paz con Trust, para seguir con temas-emblemas como Wake Up Dead, Public Enemy N°1 (del nuevo disco Th1rt33n), Angry Again, A tout le monde, She-Wolf, Dawn Patrol, Sweating Bullets, o Symphony of Destruction, cuando el público, más de 4.000 almas, coreó: “Megadeth, Megadeth, Bolivia es Megadeth”. Todos en un clímax.
Fue increíble ver cómo Mustaine, operado hace pocos meses del cuello, entregó el 110% de energía, vitalidad, con una voz intacta y una actitud metalera auténtica, un rock-stars que no perdió sus raíces. Todo esto con el excelente desempeño de David Ellefson (bajo), Shawn Drover (batería) y Chris Broderick (guitarra).
También tocó Guns, Drugs & Money, del nuevo disco, y concluyó con Holy Wars... The Punishment Due. Fue así que en Bolivia, Mustaine demostró que cumple la promesa que hizo al dejar Metallica hace 28 años: crear la mejor y la más rápida banda de thrash metal.
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