Miles de paceños bailaron y pensaron con la macedonia musical de Calle 13, donde el mestizaje de ritmos y poesía da placer a hedonistas y soñadores.
RICARDO BAJO H.
Cambio
Dos horas intensas, sabrosas, de baile y compromiso político con una banda pletórica y entregada junto a nueve mil personas que estallaron cuando la diablada Urus bailó junto a los boricuas Calle 13 y todo el Teatro al Aire Libre se convirtió en el futbolero Hernando Siles gritando “Bolivia, Bolivia”. Después de recibir el Diario del Che Guevara, un poncho de Tarabuco y una máscara de diablo en Palacio de Gobierno de la mano del presidente Evo Morales —y bailar khantus junto a Kollamarka—, los once músicos de Puerto Rico y Cuba liderados por René Pérez, Eduardo e Ileana Cabra regalaron a La Paz uno de los mejores conciertos internacionales de los últimos años.
A las diez y media de la noche tras el calentamiento de Matamba, una cuenta regresiva —con un video donde se “jugaba” a fabricar bombas molotov— dio paso a Calle 13 y sus once músicos (con media docena de ellos formando una potente sección de vientos y percusión) que arrancaron por todo lo alto con el Baile de los pobres.
René Pérez, alias ‘Residente’, comenzó a brincar y rimar a pesar de que su estado de salud —lastrado por una pequeña fiebre— no era el más óptimo. “No tengo plata, pero tengo cobre, aquí se baila como bailan los pobres”, cantaba René, con un entusiasmo propio de la emoción transmitida por un público contento.
“No hay nadie como tú”, “Vamos a portarnos mal” (que se inició con un “vivan todas las comunidades indígenas de Bolivia”), “Ven y critícame (con un duro alegato contra las manipulaciones de los medios de comunicación por parte de René), “Un beso de desayuno” (una deliciosa bossa nova electrónica, tierna y romántica), “Se vale todo” y “Hormiga brava” sirvieron para llegar al ecuador mientras los alientos de la barra bajaban desde lo alto del teatro.
Show combativo y popular
René Pérez —junto a la cautivante voz femenina Ileana complementándose a la perfección— aprovechó el intervalo entre canción y canción para lanzar mensajes políticos y sociales diversos: temas dedicados a luchadores fallecidos como el argentino Mariano Ferreyra, a la batalla de los estudiantes chilenos, a la libertad de Puerto Rico, a Facundo Cabral y sus asesinos, a la unidad latinoamericana que soñara Bolívar, “un no a la carretera, pero no se olviden de defender a los indígenas siempre y no sólo en ocasiones”, a todos los inmigrantes del mundo y un mensaje final: “viva Bolivia unida y siempre de pie”.
La bala –tema contra la creciente inseguridad ciudadana-, Pal norte, Suave, Cumbia de los aburrridos, La perla —homenaje al viejo barrio de todos y sus olores—, Tango del pecado y el popular Atrévete sirvieron para bailar y pensar con la macedonia musical de Calle 13, donde el mestizaje de ritmos y poesía se confunden en un resultado que tan pronto da placer a los hedonistas que sólo quieren brincar como a los soñadores que pelean por un mundo mejor.
Siguieron Muerte en Hawai la impresionantemente emotiva Latinoamérica, donde Calle 13 dio lo mejor de sí mismo sin caer en el cliché de la lucha o la postal de turismo, con la sombra viva de Mercedes Sosa.
Antes de que la inevitable Fiesta de locos pusiera el punto y final a un show inolvidable, combativo y popular, llegó el éxtasis: la diablada Urus de Oruro bailó al ritmo y coros de la gente, mientras los chicos de Calle 13 miraban con asombro, se sacaban fotos y videos o se sumaban a la danza.
Parece que iba a llover, pero no. Una bandera boliviana tricolor y una wiphala firmada y autografiada con un “Jallalla” quedaron sobre el escenario como testigos de una noche de encanto y embrujo: Calle 13 está en la casa, en la de todos y todas. Y sobre todo en nuestros corazones de baile y lucha.
René Pérez
Calle 13
No tengo plata pero tengo cobre, aquí se baila como bailan los pobres”, cantaba René, con un entusiasmo propio de la emoción transmitida por un público contento de nueve mil personas en una noche de encanto y embrujo.
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