Talentosísima. Dueña de una voz privilegiada y de una personalidad arrolladora. Así es Fátima Trujillo, la mujer que se ha encargado de llevar el folclore del oriente boliviano a varios rincones del país y al exterior. Ahora cumple 27 años en los escenarios y anuncia su nuevo material discográfico Madre, aquí estoy, que interpreta junto con su hija, Lucía de Belén (nombre artístico).
Hay Fátima para rato, así que agárrense todos
Conversar con la señora Fátima es realmente divertido. Se asemeja a una ruleta rusa, llena de sorpresas. Jamás calla. Es una mujer que tiene mucho para dar. Y su gran orgullo es el folclore de las tierras bajas. Jamás lo esconderá ni jamás dejará de interpretarlo. Su gran estandarte es: “No dejemos que el taquirari muera”. Eso la hace feliz.
Felicidad es precisamente lo que le ha dado el canto durante casi 30 años como artista. Y dentro de tres años, cuando llegue al número redondo, pretende tirar la casa por la ventana. Hará un gran show gratuito condimentado con ese saborcito que solo ella sabe ponerle.
Ni siquiera se la ha pasado por la cabeza ‘colgar el micrófono’ porque cree que esta locura recién empieza. “Comencé cantando ya vieja y cuando me separé de mi marido”, revela con sinceridad. Pero cuando se le pregunta su edad, se alarma: “¡Cómo me va a preguntar eso! Tengo 35 años. Y voy avanzando hacia atrás, 34, 33...”. En ello es reservada porque cree que es un detalle innecesario que solo representa un número más en su vida, pero no el límite a su arte.
A la mujer, a la vida y al amor
Es su sexto material discográfico y está aún calientito. Se llama Madre, aquí estoy, y tiene 12 canciones (tres inéditas) con varios ritmos, como la balada y el infaltable vals.
Lucía de Belén debuta en este disco después de acompañar a su madre en distintas presentaciones donde ambas cosechan aplausos cuando entonan ¡Viva Santa Cruz!, Niña camba, Mi viejo Santa Cruz y Amor eterno.
La jovencita tiene 19 años y, según Fátima, cantaba desde el vientre y cuando era bebé se arrullaba sola. Sin duda llegó a este mundo con el mismo don de su progenitora y esta le ayudó a pulirlo.
Nada de convencionalismos
Fátima se casó dos veces y se divorció otras tantas. Precisamente comenzó a cantar cuando se separó la primera vez hace 29 años. Ese es un aspecto que ella ya sacó de su corazón. Aprendió que en la vida hay que volcar la página rápidamente y seguir adelante. Ese ha sido su gran secreto para hallar el éxito.
A ello también hay que añadirle la paciencia, el esfuerzo y las ganas de hacer las cosas bien... sin nada de antivalores. “No me gustan los prejuicios o las discriminaciones. Tampoco tengo resentimientos, porque eso envenena el alma”, subraya.
Ella es madre y padre para sus hijas, Lucía Rivero (19) y Stephanie Menacho (28). El canto le dio de comer a ella y a sus retoños, pero quiere seguir creciendo y se anima a lanzar dos primicias: Tendrá el Mariachi Trujillo y su hija mayor también cantará con ella
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