El blues sabe más por viejo que por diablo y desde aquel histórico pacto que el bluesman Robert Johnson firmara en un cruce del Missisipi, vendiendo su alma por el mejor toque de las cuerdas, el blues ha vivido y sobrevivido a todos los cambios generacionales, las modas y los fallecidos.
Con algún misterioso mecanismo el blues se da modos de resurgir y encantar sin importar dónde y cuándo, siempre con la virtud (y el defecto) de ser el mismo, en el sentido que su molde sigue intacto y busca seguir sonando con sus mismas herramientas, generando el mismo encanto, pero también limitando su evolución, haciéndose complicada su adecuación a las nuevas épocas, por lo que supone todo un desafío para quien ose coger la posta de Johnnson.
Este desafío lo ha tomado en nuestro medio el multifacético músico Nicolás Suárez que lanza sin permiso su disco Blues en las Rockas.
Antes de entrar en el disco recordemos que Nicolás Suárez es uno de los más febriles compositores y músicos contemporáneos actuales, que en los últimos años nos ha sorprendido con una diversidad de proyectos. Recordemos las recientes, su aplaudida versión orquestal de Wara, realizada en 2011 con la Orquesta Sinfónica y los propios integrantes del histórico grupo (del cual Nico es su tecladista desde hace ya varios años).
También ese año estrenó con elogiosas repercusiones su primera ópera basada en la fascinante figura del Compadre Carlos Palenque. Recordemos que Nicolás tiene en su haber varias obras orquestales, un disco con música para niños, ha pasado por algunos de los grupos clave del rock como Climax, arregló canciones y discos para varios artistas, ha tocado para los más importantes de su generación, improvisó con la Big Band, se hizo cargo de los teclados en el más pretensioso tributo local a Pink Floyd y convocado por el bluesman Gonzalo Gomez ha formado parte de Go Go Blues.
Con ese historial no es de sorprenderse que llegue con este disco tan eléctrico dedicado al blues bajo el nombre (y álter ego): Nikopol. “El blues es una canción de nostalgia y añoranza, una canción de esperanza y agradecimiento, pero también de emergencia, de último momento”, afirma Nicolás como resumiendo los sentimientos con los que está hecho este disco.
Nico Suárez sale airoso de la propuesta por una docena de buenas composiciones que recorriendo todas las posibilidades del género se convierte en un disco variadamente disfrutable, fino y fuerte. Su éxito es posible también porque Nicolás (a cargo de todos los teclados) se ha arrimado a un buen grupo de músicos que sostienen eficientemente su blues. Alexis Trepp en la batería, Carlos Ugarte en el bajo y varios invitados de lujo.
Pero el disco podía haber naufragado si Nico no hubiese contado con el adecuado protagonismo vocal, determinante para el blues, incluso en español, y allí sobresale Álvaro Chubi Gonzales que asume el reto sin vacilar y con una solidez y una solvencia vocal sorprende, cautiva y define la eficacia del disco.
Decía que el blues tiene la virtud y defecto de ser siempre el mismo, y es que resulta riesgoso modificarlo, porque muy alterado puede dejar de ser blues y a su vez seguir rigurosamente las pautas clásicas condena cualquier proyecto a la burda repetición. En esa encrucijada Nicolás sabe jugar con ambas opciones, recurre a todas las posibilidades que el género permite y va más allá. En medio de esquemas conocidos se lanza con experimentos notables como Italaque Blues que para mi gusto termina por constituirse en lo mejor del disco, no sólo por la precisa vocalización de Vero Pérez, las guitarras potentes de Gonzalo Gómez, sino porque Nico arriesga incorporando una fusión de sikus y que sorprendentemente se acoplan perfectamente al blues, logrando una forma nueva, distinta de fusión al que bien podríamos denominar folk-blues.
Textualmente el disco a momentos cae en la peligrosa autocomplacencia, rememorando farras sentimentales de amigos; alguien dirá que eso también es el blues; sin embargo, sus mejores momentos, tanto en letra como en música son aquéllos en que Nicolás apuesta por la experimentación y toma el blues como una herramienta de profunda expresión.
Argentina ya en los sesenta adoptó y adaptó el blues al castellano con un obvio sello local; afortunadamente Nikopol no busca ni cae en ese sello, su blues no suena argentino y matizado con toques locales termina por hacerse propio y singular, con la frescura necesaria para volver a apreciar el blues como un añejo vino descorchado para una ocasión especial. Por todo eso y en síntesis este Blues en las Rockas llega como uno de los discos más renovadores y propositivos de los últimos años en nuestro medio, doble mérito en una época inundada de inútiles tributos que nadan en un desierto de propuestas.
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