En dos días más se cumplirán tres años de una de las historias más desgraciadas y dramáticas que haya enfrentado la música popular latina en su historia: El extendido estado de coma en que se encuentra sumido Gustavo Cerati, uno de los principales faros del rock y el pop de la región en las últimas décadas, tras sufrir un accidente cerebrovascular.
En los albores de este lapso las noticias cundían periódicamente, hasta que finalmente se estacionaron en un solo factor: La esperanza, alimentada en buena medida por el cuidado y la entrega que su círculo cercano entrega al artista.
Hoy se conocieron más detalles de esas rutinas que día tras día se ejecutan en el interior de la Clínica Alcla, a la que Cerati llegó en octubre de 2010 y donde permanece hasta el día de hoy.
Allí, el cantante no está 24 horas en una camilla, sino que es vestido, afeitado y sentado en un sillón, donde pasa al menos una hora cada jornada, según informaciones que publicó hoy el periódico argentino Perfil.
Esa dinámica se repite cada día a las 9 de la mañana, cuando enfermeras llegan hasta la resguardada habitación del músico —sólo pueden ingresar sus familiares directos con huella digital—, para ponerle zapatillas, pantalones, polera y sentarlo en el sillón frente a su cama. Allí le realizan distintos ejercicios de estimulación. La operación es repetida en la tarde, y se prolonga hasta las 20:00 horas.
De vez en cuando lo afeitan, y cada tanto aparece en el recinto Óscar Fernández, su peluquero y amigo personal, quien le corta el cabello.
La madre y las dos hermanas de Cerati deciden quién puede visitar al artista. Ellas y el resto de la familia son las que mantienen viva la ilusión de ver al autor de piezas como "Me quedo aquí" abrir los ojos otro vez.
"Los médicos son los que ven el monitor, pero nosotros somos los que estamos y lo vemos todo el tiempo", comentó a Perfil una de las tías de Cerati. Ese mismo círculo es el que lo incentiva a dar respuestas, y aseguran que Gustavo cumple: Por ejemplo, dicen que muchas veces cuando su madre llega, él mueve la cabeza en dirección a la entrada. O que traga saliva cuando alguien se lo pide.
Incluso, dicen que una vez le pusieron un casete con la voz de su padre, que era locutor, y se produjo la mayor respuesta: Le subieron de golpe las pulsaciones, tanto que hubo que descartar la estrategia. "Escucha, lo que no sabemos bien es cómo lo procesa", dicen.
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