“Un hombre preocupado con una mente preocupada. Nadie en frente de mí y nada detrás”, inicia la canción “Times have changed” con la que Bob Dylan reapareció en 2009, y que le hizo ganador de un Oscar a mejor canción por la película "Wonderboys".
Robert Allen Zimmerman, Bob Dylan, nació el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minnesota, Estados Unidos, y volvió a nacer en el 59’, cuando despertó su interés por el folk americano. Dejó la universidad del primer año y en 1961 se trasladó a Nueva York con la esperanza de conocer a su máximo ídolo, Woody Guthrie, autor del gran álbum “Buffalo Skinners: The Asch Recordings”.
Desde entonces Dylan ha repasado diversos géneros: folk, folk rock, rock, blues, country; todos ellos con una marca propia que se refleja en “Knockin’ on Heaven’s Door”, tal vez su canción más conocida para las generaciones más recientes, y que formó parte de banda sonora de la película “Pat Garrett y Billy The Kid”, western dirigido por Sam Peckinpah en 1973.
La vida de Dylan tuvo un pasaje de oscuridad que se inició en 1967, cuando a raíz de un accidente en moto estuvo recluido y desaparecido de la esfera musical hasta que en 1973 reapareció con el disco "Planet Waves" a través de Asylum Records. A finales de esa década, de los 70, el cantante renace también espiritualmente, pues se refugia en el cristianismo. Una de las frases más famosas sobre el cristianismo fue: “Si Jesús estuviera vivo, predicaría con una guitarra”.
La vasta influencia de Dylan hizo que sea considerado como el músico más influyente del siglo XX. Incluso, la Universidad de Oslo hizo de toda la obra de Bob un objeto de estudio instaurándolo como un curso.
En todos estos años, desde “The Freewheelin' Bob Dylan”, su primer LP, el cantante estadounidense ha ganado Grammys, Globos de Oro, un nombre en el Salón de la Fama del Rock and Roll, ser investido como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministro de Cultura de Francia, un premio Oscar, entre otros reconocimientos. Además, en 1996, fue candidato al Nobel de Literatura, lo que para la talla del judío errante habría sido justo.
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