El Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar presenta dos caras bien definidas: si bien en el extranjero se reconoce su selección de artistas, sus competiciones musicales y la exigencia del público, desde el interior ha sido absorbido por el chismorreo y el amarillismo.
Considerado el más importante de América Latina, la presencia de artistas, año tras año, de la talla de The Police, Bryan Adams, Plácido Domingo o Santana, entre otros, han hecho que el evento de la ciudad chilena sea un referente en Latinoamérica.
Un cóctel aderezado con la competencia internacional y folclórica, que permite a jóvenes promesas darse a conocer ante los millones de personas que ven el espectáculo a través de la televisión, y con la figura del "Monstruo", como se conoce a los miles de espectadores de la Quinta Vergara por sus sonoras pitadas a los artistas que no son de su agrado.
Todo esto bagaje parece haber quedado relegado en los entresijos del festival, que ha visto cómo la farándula, el chismorreo y el amarillismo han dado un paso de gigante.
Un acto simbólico como la elección de la reina del festival, su coronación y el posterior "piscinazo", han servido para llenar un sinfín de páginas de periódicos y de horas de radio y televisión.
Las Raffaella Carrà, Gloria Trevi, Sofía Vergara o Thalía han sido sustituidas principalmente por referentes de los programas del corazón, todas ellas preocupadas por conseguir a toda costa el reinado con la menor cantidad de ropa posible.
Emulando ese concurso, la prensa ha creado otra competición paralela para elegir a su propio "rey feo" y a la "reina" de las grabadoras y micrófonos, con campaña incluida en las salas habilitadas para los periodistas.
Algunas de las preguntas realizadas en las conferencias previas a las actuaciones de los artistas son también una muestra de que en ocasiones interesa más lo banal que lo musical.
Consultas relativas al futuro posado "ligerito de ropa" en la portada de una revista del cantante venezolano Chino, del dúo Chino y Nacho, o sobre las operaciones a las que se ha sometido la mexicana Gloria Trevi son solo algunos ejemplos.
La cantante chilena Paula Herrera, ganadora del certamen folclórico de esta edición, criticó este nuevo cariz que ha adquirido el certamen y lamentó la poca cobertura que han tenido los concursos.
"Se le da más preponderancia a la farándula que a la competencia misma, y eso nos apena mucho", dijo la intérprete del tema "Con el zapatito, con el zapatón".
También los trajes que ha lucido la presentadora del festival, la española Eva Gómez, y su desempeño ante las cámaras junto a su compañero de ceremonias, Rafael Araneda, han sido objeto de mordaces comentarios.
En esta edición que hoy finaliza, tampoco ha ayudado que el artista estrella, el británico Elton John, hiciera una fulgurante aparición: llegó apenas siete horas antes de su actuación y se marchó inmediatamente después de la misma.
Además, el público ha pasado de "devorar" intérpretes y humoristas a galardonar a todo aquel que se suba al escenario, no sin la complicidad de los presentadores del espectáculo.
En Chile, en contra de lo que pudiera parecer, son los humoristas, y no los cantantes, los que hacen subir los índices de audiencia del festival, que se retransmite también a otros veinte países de Latinoamérica, donde resuenan todas las noches las voces de destacados artistas de renombre internacional.
En cambio, durante el día, la rutina en Viña del Mar gira en torno a detalles y polémicas en los que la música es la gran ausente.
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