El español Miguel Bosé regresó este martes como el hijo pródigo al Festival de Viña del Mar para repasar sus 35 años de carrera musical con un espectáculo cargado de madurez, de recuerdos y de emociones.
En la apertura de tercera jornada del certamen, al que el artista acudía por novena vez en su carrera, Bosé se propuso destapar la caja de los recuerdos con la banda sonora de su disco "Papitwo", que le ha llevado de gira por Latinoamérica.
Escoltado por su banda -batería, teclados, guitarra, bajo y tres vocalistas-, Bosé arrancó el homenaje, a sí mismo y a sus fieles seguidores, con "Mirarte" y "Duende", mientras su mirada traslucía la complicidad fraguada con el auditorio de la Quinta Vergara.
"Gracias por estos 35 primeros años", se sinceró el artista, que lucía cómodo, como en casa, en su regreso al país que visitó por primera vez allá por 1981, cuando Chile aún no podía cantar en plena libertad.
Frente al anfiteatro de la Quinta Vergara, ese "templo de la música en Latinoamérica", dijo, que hoy ocupaban 15.000 personas, Bosé y sus compañeros se sentaron en un banco, como quien se sienta alrededor de una hoguera, y comenzaron a desempolvar viejas historias.
"Te diré", "Morir de amor" y "Don Diablo" dieron paso a la melancolía de "Creo en ti", "Amiga" y "Linda", hasta que Bosé hizo subir al escenario a su compatriota Pablo Alborán, que está presente también en el certamen como artista invitado y miembro del jurado.
"Es grande y no lo sabe. Lo que no sabe tampoco es que va a ser el más grande", le dedicó Bosé después de interpretar junto a él "Puede que", con la complicidad de dos generaciones unidas por la música.
Ya dominando todo el escenario, sin más artificio que su omnipotente presencia, Miguel Bosé trajo a la memoria los acordes de "Sevilla", "Bambú" y "Nada particular". "Nunca me fui, siempre volví, y cada vez que queráis estaré aquí", se comprometió el artista, que visitó por última vez el Festival de Viña, considerado el más importante de Latinoamérica, hace tan solo cinco años.
Para nutrir la estantería de premios locales que aseguró tener en su casa, Bosé recibió una antorcha de plata y otra de oro que, dijo, regalará a cada uno de sus dos hijos, Diego y Tadeo, nacidos gracias a un vientre de alquiler hace casi dos años.
Pero Bosé aún tenía una carta bajo la manga con la que premiar la devoción del público. La sorpresa fue Francisca Valenzuela, una emergente artista chilena que actuará el miércoles en el festival y con la que interpretó "Morena mía". Emocionado, con los ojos humedecidos, en una estampa poco habitual en un artista de su talla y su trayectoria, Bosé recibió también por aclamación popular las dos gaviotas, de oro y de plata.
Con "Amante bandido" puso fin a una fiesta decorada con confeti y humo, pero la verdadera comunión con el público, con la que selló su unión permanente, llegó con "Te amaré", una declaración de principios hacia un festival que ha marcado su trayectoria.
Así, con el trabajo labrado a sus 56 años, Bosé puso el punto de madurez y sosiego necesario en el festival tras dos jornadas en las que primaron las voces jóvenes de la música tropical, el reggaetón y la bachata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario