Minutos antes, a las 23.00, al grito de “¡Brujería!” los miembros de la banda se hacían esperar. La gente estaba ansiosa, pero aguardaba contenta.
Suena la canción Raza odiada y los “greñudos” —como llamó Juan Brujo, vocalista de la agrupación mexicana Brujería a sus fans durante la conferencia de prensa de un día antes (martes)— hacen del mosh una matanza, saben las letras de todas las canciones, hay alrededor de mil personas que corean la canción íntegramente.
Tras el agresivo baile, los espectadores, apenas separados de los músicos por un cordón policial, dejan de estar estrechos y se alargan los espacios entre persona y persona. Ahora sí es mucho más peligroso aventurarse por el centro, sin embargo no hay que preocuparse, cuando alguien cae al piso, siempre hay una persona que tiende la mano y le ayuda a levantarse.
El mosh no baja en violencia, al contrario, el cordón policial hace lo imposible por mantenerse; hasta que llega la canción La ley de plomo, momento en que un efectivo verde olivo tiene la idea de electrocutar a unos cuantos espectadores para que se calmen los ánimos; la reacción fue violenta, el público rebasó el límite de seguridad y, al ir al pie del escenario, muchos se vengaron del policía agresor.
“Cálmense ‘güeyes’”, les dice “Juan Brujo” y todo vuelve a la normalidad, salvo el cordón que ya no estará cuando comienza el tema Revolución. El clímax del concierto llegó con la canción Matando güeros (es decir “gringos”), todos cantan el coro: “¡Matando güeros, estilo Pancho Villa!”.
Alcohol. Un hecho oscureció el evento. En la entrada, los policías no dejaban entrar a nadie que tenga tufo alcohólico, cosa que enojó mucho a gente que no podía ingresar, que sin estar en estado de ebriedad y habiendo pagado los trescientos bolivianos fueron maltratados y agredidos por la Policía, e indirectamente por el empresario Gustavo Tobar, quien concedió los malos tratos con su silencio. Sin embargo, en el interior del garaje de la Cinemateca se vendía cerveza. Algunos se quedaron afuera y con tícket por tener tufo.
Una anécdota
Brujería tuvo un problema con la banda de black metal neonazi Amon Amarth. “Esos que se creen vikingos. Nos esperaron al terminar el concierto”, recordó el músico cubano conocido como “Fantasma”.
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