"Mylo Xyloto", el nuevo trabajo de Coldplay, comenzó como un disco acústico, pero en el camino algo pasó. Así queda claro tras enfrentarse al resultado, que el bajista Guy Berryman define como "una amalgama de ideas", y que sigue el rasgo más distintivo de los últimos álbumes de los británicos: Piezas épicas y grandilocuentes, hechas para ser cantadas ante las multitudes.
"Nos apasiona tocar grandes canciones en grandes escenarios", dice Berryman, y es algo a lo que podrían regresar próximamente. "Aunque sea a un nivel inconsciente, tenemos presente que saldremos de gira. Si hiciésemos un disco acústico, estaríamos limitando los espacios en los que podría ser interpretado", explica.
En entrevista desde su estudio londinense llamado The Bakery, Berryman y el baterista Will Champion cuentan que, a pesar de ello, originalmente se habían propuesto que el recién publicado Mylo Xyloto fuera un álbum "muy tranquilo y sencillo".
"Teníamos muchas canciones así y otras dos o tres que tenían que sonar grandes, con guitarras y toques electrónicos. No queríamos hacer dos álbumes, así que las pusimos todas juntas y algunos de los temas que empezaron siendo acústicos, terminaron adquiriendo ese gran sonido", detalla Champion.
Los músicos describen el resultado final como "una amalgama de todas esas ideas que surgieron por el camino", con una idea sobrevolando todo el conjunto: "La ruptura con la oscuridad y la opresión", con una producción "urbana" y bailable.
En el álbum predominan los grandes arreglos, siguiendo la estela de su disco anterior, Viva La Vida Or Death And All His Friends (2008), con unos pocos apuntes más intimistas, lo que coincide con el reconocimiento de Berryman sobre su gusto por tocar "grandes canciones en grandes escenarios".
Según dicen, cuando empezaron a componer también se plantearon realizar una película con dos o tres personajes, uno de los cuales debía llamarse Mylo Xyloto, lo que termina con las incontables especulaciones en torno al extraño título del álbum. "No significa nada", asegura Champion.
Markus Dravs, Daniel Green y Rik Simpson se encargan de la producción pero, como su predecesor, Mylo Xyloto cuenta "con enoxificación y composición adicional de Brian Eno", responsable de discos antológicos como The Joshua Tree (1987) o Achtung Baby (1991), de U2.
Durante el trabajo, Eno les propuso cambiar su sistema de trabajo y, a modo de prueba, los separó en dos grupos: Martin por un lado y Berryman, Champion y el guitarrista Jon Buckland por otro.
"Fue un buen ejercicio, pero, para nosotros, todo tiene más sentido cuando nos centramos en la melodía y en la emoción de la canción", dice Champion, que subraya dos de los puntos fuertes de este grupo, que ha facturado éxitos internacionales como "Clocks", "Yellow", "The Scientist" o "Viva la Vida".
Sus producciones cada vez más épicas, la supervisión de Eno y su abierta defensa del comercio justo y de otras causas sociales les han deparado críticas por su parecido con los irlandeses U2.
"U2 es una inspiración para todos. Es difícil ignorar su influencia en la música y en otras causas", señala Berryman, quien a pesar de reconocer "el impacto claro" que la banda de Bono ha tenido en ellos, cree "de verdad" que Coldplay hace "algo muy distinto".
Atrás ha quedado, dicen, sus años de "angustia adolescente", para entrar en una etapa en la que se sienten "más relajados y llenos de pasión por la vida", pero aseguran que no se creen nada y que, con cada álbum, vuelven a probarse ante el público.
Su alto nivel de autoexigencia provocó que se dilatara el lanzamiento de este disco, en busca de un par de temas que redondearan el conjunto, un epílogo en el que compusieron la mística "Up In Flames", "la última pieza del puzzle".
"Creemos en el concepto de álbum. Nunca hemos sido una banda de singles, como Lady Gaga, cuyas canciones son a menudo éxitos masivos", concluye Champion.
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