Desde las primeras horas de la tarde una extensa fila de personas se extendía afuera de la entrada derecha del teatro Mariscal. Algo preciado se hallaba tras esa puerta: las taquillas del esperado concierto de Claure, Junaro, Puña, Beizaga y Debreczeni, sí, todos ellos en el escenario, para mostrar que la música boliviana es un caudal poderoso de talento y creatividad.
El programa de la noche anunció un homenaje a Matilde Cazasola, pero era imposible augurar lo que esta velada musical auguraba entre tanta expectativa.
Con la platea, los palcos y la galería llenos, The Blue Arpad Experience abrió el concierto con un sencillo pasaje vocal pentatónico, cargado de reminiscencias andinas que inmediatamente fue cobijado por una atmosfera armónica próxima al jazz.
Esta singular fusión fue la perfecta obertura de un programa artístico que destacó la fertilidad de la música boliviana, su valiosa tradición y su potencial ilimitado para sorprender la sensibilidad humana. Por ello no es casual que este evento en particular haya sido escogido por los organizadores del festival Internacional de la Cultura 2015 (FIC), para albergar el acto de distinción de Matilde Casazola, con el escudo de armas del municipio a cargo del alcalde, Iván Arciénega.
La poderosa voz de Emma Junaro reflejó su faceta más íntima en el dúo que hizo con la guitarra de Marcos Puña; ambos maestros, desplegaron un diálogo de colores diáfanos, como si retrataran un paisaje del cielo, en el que la luna se rodea del cosmos, sin que uno se pueda imaginar sin el otro. Piezas de Cergio Prudencio, Cesar Espada, Jaime Junaro y por su puesto Casazola, conmovieron al público de la mano de estos magníficos intérpretes. Entre todos, sobresalieron los arreglos de "Tanto te amé" y "Para recibir el canto de los pájaros".
Harold Beizaga llevó el programa a un espacio totalmente nuevo, las búsquedas creativas del guitarrista chuquisaqueño de estilos y técnicas eclécticos, sorprendieron a los espectadores. Se destacó la pulida interpretación del Valz Nº23 de Pedro Ximenez Abril y Tirado, y composición “Paisaje con lluvia ascendente” del propio Beizaga, que lució la riqueza de los lenguajes vanguardistas de la guitarra, con un fuerte énfasis en las nuevas sonoridades y un excelente trabajo rítmico.
A continuación Willy Claure ingresó al escenario y sin previo aviso empezó a tocar una cueca instrumental para guitarra sola, cuyo lirismo combinado con un eficiente virtuosismo, dejó eufórico al público que aplaudió el despliegue desbordante de talento; pero Claure no daría tregua, este era sólo el principio.
Además de interpretar y saludar a Matilde, el guitarrista cochabambino tocó sus nuevas “Cuecas para no bailar”, que suponen una vertiente estética de este género boliviano, que le es absolutamente propia a Claure, con armonizaciones cargadas de tensiones y florituras cromáticas, además de alteraciones en la estructura convencional de la cueca, especialmente percibidas por el público en las quimbas.
Al respecto, Claure confió que en sus conciertos recientes de su gira boliviana, no hubo una respuesta similar en la quimba de sus cuecas. Pero ayer, superando ese aspecto, la monumental nave del Mariscal se colmó de los sonoros aplausos con los que el público chuquisaqueño acompañó las cuecas como manda la tradición de estas tierras.
Finalmente, superando las expectativas de los asistentes, Cazasola se unió a Claure para interpretar “El fueguito”.
Como dijo Emma Junaro en un breve interludio luego de interpretar a Matilde: "muchas veces el arte se adelanta a su tiempo", poniendo de relieve que el gran arte es una fuerza latente que a veces pasa desapercibida. Así, el homenaje a Matilde fue anoche la constatación del gran valor del individuo en la historia, pero al mismo tiempo, es el reconocimiento de la fertilidad expresiva y sensible de un pueblo que hace historia.
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