martes, 25 de agosto de 2015

La guerrera’ está en La Paz

La cantante mexica Lila Downs ya está en el país. Ayer en conferencia de prensa, en el Ministerio de Culturas dijo que quedó encantada con la belleza de la ciudad y anunció que además de su concierto, previsto para mañana desde las 20.00 en el Cine Teatro 16 de Julio, participará en un seminario contra la violencia a la mujer, pues por su música es considerada “la guerrera de las latinas”.

“Queremos ir al lago (Titicaca) a llevar al niño. Yo tengo un hijito de cinco años y así que también iremos al teleférico”, anunció la compositora, quien quedó encantada por el paisaje de la ciudad del Illimani

En la oportunidad Downs, oriunda de Oaxaca, México, destacó la cultura y el papel que juega la mujer en Latinoamérica para la transformación de las sociedades y dijo que espera poder grabar algunos temas con cantantes bolivianas como Luzmila Carpio.

“Me encantaría grabar con algunos artistas bolivianos…Ojalá que a futuro pueda hacer algo con Luzmila. Ella me escribió y me dijo que no podía estar con nosotros pero a futuro ojalá podamos hacer algo juntas (…) Incluso me han comentado de otra cantante muy hermosa que gustaría invitar, su nombre es Elvira Espejo”, dijo.

El concierto será de primer nivel los precios de las entradas son: 560 bolivianos para Balas (Platea - filas de 1 a 10) y 420 para Chocolate (Platea - filas 11 para atrás). Mientras que Mezcladito está en 200 bolivianos.

SOBRE EL DISCO

Sobre su reciente placa discográfica, Downs rememora una entrevista pasada donde entre anécotas y titulos hace referencia la material.

No le dicen "te voy a matar”, pero Lila Downs vive "presión” por recordar con su música a los 43 estudiantes "desaparecidos” en México. "Sufro censura”, asegura la cantante, que dedica en su último disco, “Balas y Chocolate”, una canción a esos muchachos y a todos los “muertitos” que andan “penando”. “Hablar en México de los 43 estudiantes es ya tabú. Si lo haces, eres alguien anarquista. Hay un grupo de extremistas, de fanáticos a los que en realidad está pagando el Gobierno, que dan el mensaje: ‘no queremos saber de esto’”, explicó en una entrevista con EFE la artista, nacida en Heroica (Oaxaca), hace unos “cuarenta y tantos”.

El disco, octavo de una carrera que comenzó hace 20 años con la lucha por los derechos civiles y contra la violencia como "mantra”, está dedicado a todos los fallecidos en su país "que aún andan penando... porque no descansan en paz” y porque “la violencia, la impunidad y el miedo rigen sus muertes”. “¿Quién entiende a la muerte?. La tememos, pero en México le cantamos. Por eso alzamos nuestros altares de difuntos -como el que han montado detrás de ella para la presentación de este disco-, para atenderles y llamarles cada 1 y 2 de noviembre. Se llama a la muerte; pero con mucha delicadeza, para que vengan alegres”, asegura mientras entona “Son de difuntos”.

Balas y chocolate son 13 temas muy distintos en los que no se evitan los "temas incómodos”, como la muerte de aquellos chicos el 26 de septiembre de 2014 presuntamente a manos de autoridades corruptas y miembros del crimen organizado en la sureña ciudad de Iguala. “Los mexicanos somos muy aguantadores porque aprendimos que si no teníamos cuidado no íbamos a sobrevivir. Somos muy pacientes; pero hubo un ‘hasta acá’ con la muerte de esos muchachos porque las autoridades no tuvieron sensibilidad y eso nos enfureció”, rememora.

El país, sostiene, “necesita una buena renovación” y ella contribuye con su música, e invoca “a la conciencia” para que cosas como ésa no se repitan. “La autocensura es lo que más daño hace, aunque comprendo que pase. La gente dice ‘no queremos saber de esto, queremos ser positivos’. Pero no podemos olvidar. Mi madre me dice ‘ay, Lila, ten cuidado’ pero es lo que debo hacer”, dice convencida. Cree que lo importante es “salir de ese contexto de balas”, de tanta vulnerabilidad como padece esa juventud que aún cree “en un futuro lindo”.

Si “la bala” en su vida es su temor a “no saber buscar la solución a la situación de violencia” que se vive en México, su “chocolate” es Benito Dxuladi -Benito por Juárez y Dxuladi porque así se llama el maíz tierno-, es decir, su hijo de cinco años.

En el disco, en el que también habla de “los periodistas en la línea de fuego”, de “los desaparecidos” o de “los normalistas que se manifiestan”, ese dulce significa, además de "lo sagrado” para los mexicanos, “la conciencia del exceso”, algo “tanto positivo como negativo”. (EFE)

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