La falta de medidas de seguridad, que ocasionó que decenas de espectadores se sofocaran y desmayaran en el concierto que el dúo venezolano Chino & Nacho ofreció el sábado 16, desveló, una vez más, las improvisaciones en varias producciones de espectáculos.
Por lo general, el más perjudicado por estas falencias es el público, que además de llevarse una decepción por el maltrato que recibe, queda huérfano a la hora de exigir una indemnización moral o monetaria, en compensación por lo que en el Código Penal se tipifica como el delito de estafa. “En el caso de que un espectador compre una entrada para asistir a un show con ciertas características que al final no obtiene, puede demandar al productor por el delito de estafa, y si se trata de un espectáculo masivo, el delito se agrava porque tiene víctimas múltiples”, explica el abogado Carlos Subirana.
Cabe recordar que el año pasado dos shows acapararon la atención pública por las fallas que registraron: el de Vilma Palma y el de Marc Anthony.
El primero se realizó en el estadio Juan Carlos Durán. Según se supo, el productor había incumplido con el pago anticipado de los viáticos a los músicos, por lo que éstos decidieron suspender el concierto; sin embargo, no se le informó de lo ocurrido al público que había asistido en gran medida (alrededor de 15.000 personas). Luego de negociar por más de tres horas, los argentinos aparecieron en el escenario pasadas las 1:30, siendo que el show estaba programado para las 22:00.
“Hay diferencias en la manera de trabajar de los productores, por ejemplo, los que tienen más experiencia no ‘chicanean’ en cosas importantes”, sostiene Abelardo Suárez, gerente general de Sonilum, empresa encargada de brindar el soporte técnico para la mayoría de los shows masivos en Santa Cruz. “Y a la hora de la verdad es una realidad que todos intentamos deslindar responsabilidades cuando tenemos inconvenientes. Nosotros incluso asumimos errores ajenos”, añade Suárez.
El otro caso que tuvo problemas de grandes proporciones fue el que ofreció el salsero neoyorquino Marc Anthony, cuando por un mal cálculo de producción, los equipos de sonido no abastecieron en potencia para la cantidad de personas que asistieron el 25 de junio al Tahuichi. “No se escucha, no se escucha”, gritaba la multitud demostrando una molestia generalizada. “Si no hubiera sido que la mayoría éramos mujeres en aquel show, quizás la molestia hubiese ocasionado que la masa destruya el lugar”, advirtió Ángelica Peña, una joven de 24 años que asistió al concierto.
Según Gabriel Feldman, uno de los productores de espectáculos con más experiencia en Santa Cruz, todo debe de funcionar como un reloj en un show masivo.
“Un espectáculo es exitoso si satisface al público, las compañías patrocinadoras y si los medios de comunicación evalúan de forma positiva la expectativa que se llega a generar”, sostiene Feldman, que se dedica al ‘show business’ desde 2005.
Cuando un concierto no sale bien, incluso las empresas patrocinadoras se ven afectadas con las fallas, pues asocian su producto a una sensación negativa. “Aunque no directamente”, señala Carola Barros, responsable del departamento de marketing de la telefónica Tigo. “Si ocurren fallas en el show que patrocinamos, buscamos las explicaciones de los organizadores el primer día hábil luego del concierto, pues nuestra empresa apuesta por un emprendimiento y si se incumple lo que está estipulado en el contrato exigimos que se cumplan las sanciones correspondientes”, afirma Barros.
Hasta el momento no se conoce que alguna empresa hubiese vetado a alguna productora en particular por fallas en la realización de un show; sin embargo, Barros admite que son muy celosos a la hora de definir un pacto con los productores.
Además de los problemas técnicos, otro factor que desilusiona muy seguido al público es la falta de medidas de seguridad adecuadas. “Cuando se diseña un plan de seguridad, se lo hace en función de la cantidad de público que asistirá y esa información te la proporciona el productor”, explica Alberto Padilla, responsable de Army. “Nosotros le recomendamos la contratación de cierto número de efectivos y coordinamos las medidas a seguir en una eventual emergencia”, añade Padilla. Sin embargo, muchas veces el ‘ahorro’ de los productores hace que se minimice la inversión en este sentido.
“El que ve el negocio de afuera cree que es puro ‘joda’, pero cuando ven que el show se les sale de las manos, la experiencia en el negocio pesa mucho”, afirma Javier Salek, productor de espectáculos desde 2004. “Una vez tuve que detener la venta de entradas en un concierto porque temí por la seguridad de las personas”, añade Salek.
Lo cierto es que el negocio de los espectáculos masivos demanda una gran inversión, que no es manejada de la misma manera por todos los productores. “En mi caso no realizo un show si no se cubre con el monto que ofrecen patrocinadores más el 30% de la recaudación de la capacidad del lugar donde se efectúa el show”, explica Jean Paul Flores, que heredó de su padre, Caíto Flores, la disposición para el negocio. “Algunos apuntan a llenar el lugar y pagan el costo del show con el 70% de la recaudación; eso es muy peligroso”, añade Flores.
Jean Paul apunta que para definir la contratación de un artista hay que tomar en cuenta que esté de moda o que tenga una trayectoria consagrada. “Además, hay varios públicos para los cuales trabajar, pues están los jóvenes, los adultos y los niños”, sostiene.
Sin duda, el show business es un negocio con muchos riesgos, pues desde el contacto hasta la firma de un contrato se requiere del esfuerzo de los productores.
“Hay una proliferación dañina de empresas esporádicas que están destruyendo la credibilidad y calidad que los productores profesionales hemos construido por años”, sostiene Feldman. “Es por eso que estamos creando la Asociación Nacional de Productores de Espectáculos, para velar por la calidad del sector y garantizar a las autoridades y a la ciudadanía buenos shows”, anuncia.
Tras bambalinas
- Antecedentes. Sólo se conoce un caso en el que las autoridades municipales multaron a un productor por los perjuicios que ocasionó al público. Bs 5.000 fue el monto cancelado por retrasar el show de Vilma Palma durante más de tres horas.
- Agresiones. Muchas veces los guardias de seguridad no están capacitados para ejercer aquella función, por lo que cometen excesos. Según el abogado Carlos Subirana, los conciertos deben de tener un seguro por si sucediera alguna eventualidad.
- Infraestructura. Son escasos los lugares en la ciudad donde se puede desarrollar espectáculos masivos y de grandes exigencias que contengan las medidas de seguridad y las condiciones adecuadas.
- Equipos. Las empresas que brindan servicio de alquiler de equipamientos (luces y sonido) para los conciertos están realizando cuantiosas inversiones. Sin embargo, los recursos humanos son la principal falencia de las mismas, pues a pesar de que tienen equipos de última tecnología, sus operadores no tienen la capacidad de aprovechar al máximo sus utilidades.
- Empresas. Si bien hay productoras de espectáculos consolidadas en el medio que han sabido ganarse el reconocimiento del público. Hay muchas otras que aparecen y desaparecen de forma esporádica con el montaje de algún show, dando una informalidad al negocio de los espectáculos masivos.
- Entradas. El año pasado se batieron récords al cobrarse las entradas más caras de la historia del negocio en espectáculos en Santa Cruz (hasta Bs 2.000), por lo que los espectadores demandan mayores atenciones en los shows.
- Inversión. Algunos conciertos sobrepasaron los $us 700.000 de inversión, porque el costo de producción y los honorarios del artista fueron elevados. Una forma que tienen los productores para financiar el show es arreglar con grandes compañías el patrocinio del concierto.
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