lunes, 5 de mayo de 2014

Inspiración, la ‘niña prodigio’, con nueva


Llega con el cabello recogido, como acostumbraba lucir de pequeña. De inmediato viene a la memoria la imagen de la ‘niña prodigio’ sentada junto a su piano que desde sus ocho años impactó con su talento a selectos auditorios en varios países del mundo. Su mirada serena pero profunda refleja el mismo brillo de siempre apenas comienza a hablar de lo que más le apasiona: la música clásica.

De pronto la seriedad que muestra su rostro a primera vista se diluye dando paso a una cálida y tímida sonrisa que aparece con más frecuencia conforme la charla va avanzando.

Expresivos movimientos de sus manos talentosas acompañan sus palabras como siguiendo una melodía y su mirada recorre todo el ambiente del Museo de Historia de la capital cruceña, donde fue posible este encuentro.

El motivo de su visita a ese lugar fue para anunciar la gira de conciertos que con apoyo de la empresa Soboce dará este año en Santa Cruz, Cochabamba y La Paz junto al violinista boliviano y director de orquesta Jaime Laredo, otro gran maestro de la música clásica que desde hace varios años vive en Estados Unidos, desde donde ha logrado un gran reconocimiento internacional. La cita de ese histórico encuentro musical en Santa Cruz ha sido fijada para el 15 de agosto.

El tiempo pasó, pero Ana María Vera, la pianista boliviano-holandesa (así se considera por sus raíces familiares) aclamada en exigentes escenarios internacionales mantiene viva la chispa que encendió su inagotable talento musical. Su paso por Santa Cruz fue una ocasión imperdible para verla y escuchar de su propia voz los nuevos desafíos que ahora impulsan su vida.

Es hija del paceño Mario Vera y de la holandesa Marianna Woudstra y nació en Washington (EEUU) un 15 de abril de 1965, por lo que tiene doble nacionalidad. Actualmente reside en Inglaterra, pero sus visitas son más frecuentes al país desde 2011, cuando decidió crear la Fundación Bolivia Clásica, que busca capacitar y rescatar a los jóvenes talentos musicales.

Incluso se vino a vivir por un año al país para seguir de cerca ese proyecto, que hoy gestiona la llegada de grandes músicos para que puedan transmitir sus conocimientos y experiencia.

Reviviendo el pasado, Ana María se sorprende a sí misma sobre cómo inexplicablemente le nació a tan corta edad esa “fuerza interior” para aprender a tocar piano. Y cree firmemente de que en Bolivia hay un gran potencial artístico que solo requiere de una guía adecuada y de oportunidades para brillar con luz propia. Ella a sus tres años inició sus estudios musicales y desde los ocho empezó su debut profesional y su recorrido por el mundo.

Ahora la mujer esbelta, de cabellera negra, mejillas rosadas y voz suave avanza firme con esta nueva inspiración.

Herencia musical
La pasión por la música clásica pasó de generación en generación en la familia de Ana María Vera. Su hija Naira ha heredado esa afición mostrando a sus siete años ya una gran habilidad para el piano que emociona a su madre.

¿Qué recuerdos guardas de tus años de infancia?
He tenido una vida muy rica en emociones, llena de experiencias fuertes. Mi primer recuerdo de niña es el de mi madre enseñándome a tocar el piano a mis tres años. Ella fue mi primera maestra. Es profesora de piano y aunque nunca ha tocado como pianista, es increíble con los niños. Hasta ahora sigue enseñando.

Ella me cuenta que yo tenía dos años cuando mi padre trajo a casa un pequeño piano. Desde ese momento quedé impactada e insistí en aprender a usarlo.

¿En qué ambiente viviste tus años de infancia?
Mis padres vivían modestamente y aunque no eran músicos me apoyaron lo mejor que pudieron.
Mi mamá conocía a una maravillosa pianista y pedagoga húngara (Yda Novik), así que cuando ella ya no supo cómo ayudarme trajo a esa profesora para pedirle consejos. Desde entonces Novik fue mi maestra y a partir de ahí todo fluyó por su cuenta.

Mi papá amaba mucho la música y en particular la clásica. Mi abuelo tenía unos discos de Chopin y mi padre los escuchaba frecuentemente. Él era estricto, exigía mucho de nosotros. A mi mamá también le gustaba la disciplina, pero era más suave lo que hizo que tenga un equilibrio de formación en mi vida. Es importante tener alguien que le exija a uno a mejorar cada vez.
Yo creo que esa exigencia me ha ayudado para llegar hasta donde he llegado hoy en día.

Has sido considerada una ‘niña prodigio’, ¿cómo te sentías al ser llamada así?

Yo no lo veía así, pero ahora rememorando el pasado me doy cuenta de que realmente tuve una niñez muy diferente.

Comenzar a dar giras por el mundo a los ocho años de edad no es normal para un niño. Yo tengo ahora una hija de siete años y no puedo imaginar eso para ella, tampoco lo quisiera. Yo creo que esto no es para todos, había una fortaleza interior que me movía, difícil de explicar.
Tuve que seguir una disciplina diaria muy fuerte, porque la música requiere eso. La suerte me acompañó y estuve rodeada de muy buenos maestros que se preocupaban de mí.

Y ¿qué futuro musical ves ahora en tu hijita?
Naira toca el piano muy bien y le gusta cada vez más. Todavía tiene muchas cosas por aprender de teoría, técnica y coordinación, pero posee buenas manos y una gran expresión natural.
No puedo decir que la empujo de la misma manera que en mi caso. Lo mío fue un enfoque tan grande en mi vida, pero siento que tengo la obligación de enseñarle porque es algo que yo conozco muy bien y es algo que puedo transmitirle.

A los ocho años un niño se interesa más en los juegos, mientras tú a esa edad ya estabas dando conciertos musicales en otros países ¿No sentías deseos de estar haciendo lo mismo que otros niños?

Yo también jugaba, pero en el momento que estaba delante de un piano era como si me convirtiera en otro ser. Nadie me presionó ni exigió. Mi mamá me cuenta que yo me mostraba siempre bien interesada en el piano. Aprendía muy rápido y al final ella ya ni sabía qué hacer conmigo. Como en ese momento mi mamá todavía no tenía experiencia con la enseñanza, entonces me llevó una gran maestra de aula que por casualidad conocía y ahí comenzó todo.

¿Has encontrado en toda tu trayectoria profesional otros ‘niños prodigio’ en Bolivia?
Claro que sí, siguen habiendo y siempre habrá. El problema es que aquí en Bolivia los jóvenes talentos no están expuestos a una buena instrucción, no tienen oportunidades como en otros países, y eso es triste porque es una pérdida para el país y para el mundo. Quiero contribuir a mejorar esa situación rescatando talentos. En Bolivia veo un gran potencial artístico y yo creo que si uno da alas a esos niños, ellos pueden hacer milagros. Con lo poco que hemos hecho desde la Fundación Bolivia Clásica, trayendo maestros musicales que apoyan desinteresadamente, ya hemos visto logros

¿Y qué es lo que aún está fallando aquí en Bolivia?
El conocimiento. La educación musical es simple. Obviamente que hay gente interesada en enseñar y lo hacen como pueden porque hay voluntad y talento. Pero en realidad la enseñanza debe venir de un conocimiento y de una experiencia profunda.

Bolivia está muy aislada en ese sentido, los grandes artistas no vienen aquí como a otros países, entonces cómo uno va a saber la diferencia. Y la mediocridad entra fácilmente cuando no se tiene ese tipo de exigencias.

Los niños de manera muy natural lo sienten, ellos saben que hay algo mejor. Y hoy en día se dan cuenta de eso más fácilmente porque lo ven en YouTube o a través de las redes sociales a las que están siempre conectados. Eso es positivo porque ellos mismos van a empujar cada vez a lograr mayores cambios.

Su nueva misión
Cabalmente pensando en cómo hacer frente a la falta de una adecuada enseñanza musical, Ana María se ha puesto un nuevo desafío: formar y rescatar a los potenciales talentos que hay en Bolivia. Con ese objetivo, en 2011 creó una organización llamada Bolivia Clásica, con sedes en Londres y en La Paz. Entre las actividades que esa nueva entidad impulsa están la creación de un festival internacional de música anual y una academia dedicada a los niños y jóvenes más talentosos de Bolivia.











¿Cuál es tu meta con la Fundación Bolivia Clásica?

El objetivo es promover el arte y la cultura en Bolivia a través de intercambios internacionales.

Queremos traer los mejores músicos a Bolivia y mostrar que este país tiene mucho talento para ofrecer. Sé que no es un trabajo fácil, pero me entusiasma muchísimo este proyecto.
Me satisface poder invitar a mis colegas músicos que están en otros países y traerlos aquí para que Bolivia aproveche sus conocimientos y experiencias.

Con ese fin es el concierto que tenemos previsto dar con Jaime Laredo en agosto por La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Laredo es un artista de enorme experiencia. Los músicos que vienen aquí nunca han sido invitados antes, o casi nunca, y se llevan una impresión positiva. Bolivia es un país desconocido todavía en el exterior, así que este es un acto de amor hacia el país.



¿Por qué se están concentrando en niños y jóvenes?
Porque es ahí donde podemos hacer la diferencia. Ellos me han motivado a comenzar este proyecto. Algunos niños y jóvenes venían a verme cuando estaba de visita en Bolivia y me expresaban su frustración por las dificultades que enfrentaban para acceder a una buena capacitación

Eso me empezó a preocupar. Escuchaba que muchos de ellos querían irse del país porque temían que aquí no iban a poder alcanzar sus sueños.
Ellos son el futuro de Bolivia, no los podemos dejar ir. Por eso me dije a mí misma, ¿por qué no traer maestros aquí que formen a nuevos capacitadores y a alumnos? Así podemos atacar el problema desde sus raíces.

¿Qué cualidad especial tiene la música clásica y de qué forma puede beneficiarnos?
La música clásica es intangible y precisa a la vez. Yo creo que si te dedicas a ese género musical o si vas a un concierto de música clásica te transformas y te dejas llevar a un lugar donde el día a día no te permite llegar. Se vive de forma muy personal.
Tener la oportunidad de escuchar un repertorio de piano, es un privilegio porque ahí puedes sentir el intercambio de energía entre el músico y el público que se comunican sin palabras.

Yo creo firmemente que la música clásica te hace vivir el momento y eso hace falta en las vidas tan agitadas que tenemos. Se siente como si el tiempo se detuviera y uno empieza a viajar a través del tiempo. Todo parece posible cuando estás viviendo esa experiencia. En mi caso yo puedo disfrutar de esa emoción cada vez que me preparo para conciertos. Me encierro con el piano y me olvido de todo.

Asimismo considero que la educación musical ayuda a desarrollar más el cerebro y a pensar de otra manera. Considero que hace falta nutrir el alma y no solo el estómago.

En su tiempo libe
Aunque admite que siempre está concentrada en el trabajo, Ana María explica que cuando hay un tiempo libre le gusta salir con su esposo y su hija para disfrutar de la riqueza natural y cultural que hay a su alrededor.

¿Qué otras cosas te apasionan aparte de tocar el piano?
Me he vuelto un poco ‘workaholic’ (adicta al trabajo) con el nuevo reto que he asumido desde la fundación Bolivia Clásica pero cuando tengo un tiempo libre lo dedico a mi familia.
Lejos del teclado del piano y de la computadora disfruto de un día al aire libre. En Londres hay muchos parques donde ir a pasear. Es muy lindo uno que se llama Hampstead Heath, que nos queda cerca. Junto con mi esposo y mi hijita hacemos picnics ahí en compañía de otros amigos. Llevamos ensalada, pan, vino y queso, y estamos allí todo el día. También hay varios museos que se pueden visitar.

¿Solo la música clásica deleita tus oídos o hay otros ritmos musicales que disfrutas?...¿Te gusta bailar?
Últimamente he estado escuchando mucho a The Beatles, aunque de joven siempre lo hacía. Es que ahora mi hijita ha empezado a tocar la guitarra y está fascinada. Estoy redescubriendo a esos grandes artistas. También me gusta el jazz y me emociona mucho la música folclórica.

¿Bailar?, no me gustan las discotecas, nunca me atrajeron, ni de joven (ríe). No es que no me guste salir, pero no es lo mío

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