jueves, 25 de julio de 2013

La Burkina: cachivache, columpio

La Burkina es la hija bastarda del “Papirri” y de Atajo; de la metafísica popular y del jazz andino; del Parafonista y del Ukamau y Ké; del Viscarrita y del “Alf” Cárdenas, del Quino y la Blanca Wiethucter. Del Jacha Flores y del funkie boliviano (¿Alguien se acuerda de Las últimas neuronas?). Camina en soledad rodeado de gentes extrañas por los días y las noches paceñas. Es un columpio para jugar y saltar; es una puerta abierta.

En la Burkina del sexteto de Sebastián Zuleta beben de todas las fuentes y cuidan —como pocos— el lenguaje y las sutilezas musicales. Somos 10 millones de ciudadanos y en la famélica nación rockera nuestra, un disco ecléctico y rico como Chuquiago Market (su segunda placa, con 14 temas) es la sorpresa clandestina del mercado más secreto. Con gol de Ramallo, de fondo. Bolivia cero, Burkina (la del “faso”) seis. Yaaaa.

La Burkina es dulce como la papaya; lánguida como un sol dominguero en La Paz; alborotadora como el Siles; pendejita como una vendedora callejera; y delicada como una torre de mandarinas; chupátela. La Burkina es un cachivache. Sólo la puntita. Los “burkinos” son legión, para una minoría mutante. Para conseguir el disco, escribe en su “feis” o llama a este celu: 70680143. Salud, seco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario