jueves, 23 de febrero de 2012

Viña del Mar se rinde a los pies de Luis Miguel

El Festival de Viña del Mar se rindió a los pies del mexicano Luis Miguel, que cautivó con su torrente de voz y con sus aires de divo a un público fiel que olvida sus excentricidades en cuanto el artista demuestra su valía.

El "Sol de México", que arribó el martes al balneario chileno de Viña del Mar procedente de las playas de Punta del Este, en Uruguay, tomó el testigo del argentino Diego Torres y calmó las ansias de las 15.000 almas reunidas en el anfiteatro de la Quinta Vergara en la primera noche del festival.

Con una receta en la que mezcló sus baladas más románticas con algunos de sus temas pop más bailables, el artista volvió al escenario que pisó por primera vez a sus catorce años y al que no regresaba desde 1998.

Pero pese al tiempo transcurrido Luis Miguel se hizo esperar y, tras una pausa publicitaria para la televisión más larga de lo normal, apareció a la 01.05 (04.05 GMT) del jueves entre ovaciones y muestras de histerismo de un público principalmente femenino.

Vestido con traje de chaqueta y corbata, de inmaculado negro, y con el pelo peinado hacia arriba, el mexicano estrenó la velada al ritmo de "Te propongo esta noche" y el exitoso "Suave".

"Muy buenas noches, Viña del Mar. Es un gran honor, es un gran privilegio estar de nuevo con ustedes", declamó el intérprete, poco dado a confraternizar con las masas.

El artista se paseó primero con cautela por el escenario, en el que se instalaron dos pantallas planas de televisión que le permitían observarse a sí mismo y torpedear el ángulo de visión de la prensa, pese a que camarógrafos y fotógrafos solo tuvieron una canción para tomarle imágenes.

Preocupado también por los aspectos técnicos del sonido, Luis Miguel intentó hacer correcciones en medio del espectáculo mientras ocultaba su molestia tras su inmaculada sonrisa.

Fue capaz incluso de dar continuas instrucciones a su banda, compuesta por una decena de músicos, a los que no presentó al público.

Con el auditorio mantuvo también una prudente distancia, hasta que al final dio la mano a algunas fervientes seguidoras y recogió un ramo de flores, mientras un guardia de seguridad le sujetaba por la parte de atrás de su pantalón.

Entre idas y venidas, el artista cuajó un recorrido por sus grandes temas románticos como "Tres palabras", "La barca", "Por debajo de la mesa" o "Somos novios", que terminó de rodillas y con los brazos abiertos, como pretendido acto de entrega.

Sorprendió al presentar en pantalla a Frank Sinatra, con el que interpretó "Come fly with me" en un dúo virtual, y alternó las baladas con sus canciones más rítmicas, como "La última noche", "Si no supiste amar" o "Cuando calienta el sol".

Con un repertorio consolidado y una puesta en escena impecable, Luis Miguel conquistó en exactos noventa minutos al auditorio, que pidió para él la gaviota de plata, y también a la organización, que le dio la de oro, un premio que no se otorgaba desde hacía varias ediciones.

Pero la admiración que suscita va más allá de todo lo establecido y, por primera vez en la historia del festival, se le concedió además una gaviota de platino, que recibió de manos de la alcaldesa de Viña del Mar, Virginia Reginato, admiradora confesa del artista, quien también le entregó las llaves de la ciudad.

Henchido de premios y de aplausos, Luis Miguel agradeció las alabanzas y accedió a recompensar los elogios con solo una canción más, "Labios de miel", con la que cerró el concierto.

Pero el espectáculo continuó aún unos minutos más, los que necesitó para salir raudo del recinto en una caravana de vehículos mientras la policía cortaba el paso a sus seguidoras, que siguen admirando a un hombre que, por encima de todo, se sabe estrella.

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