lunes, 20 de septiembre de 2010

Scorpions sacudió Bolivia

Como un huracán, el rock de Scorpions arrasó en el Hernando Siles, en un histórico concierto que quedará grabado en la retina y los oídos de los más de 20.000 fanáticos que asistieron el jueves al estadio paceño para presenciar el show de la banda alemana, que por primera vez actuó en Bolivia, como parte de su gira de despedida Get your sting and blackout.
“Es mi sueño cumplido”, “Esto es heavy metal de verdad” o “Siento que se va a caer el estadio”, eran algunas de las primeras expresiones que se escuchaban de los espectadores apostados cerca de la pista atlética y en la zona de curva del recinto mientras se deleitaban con el espectáculo que ofrecían Klaus Meine (voz), Matthias Jabs (guitarra), Rudolf Schenker (guitarra), James Kottak (batería) y Pawel Maciwoda (bajo).
Eran las 21:25 cuando la agrupación hizo su aparición en el monumental escenario (una hora antes se había presentado la banda argentina Dr. Queen, interpretando los éxitos del célebre conjunto inglés liderado por Freddie Mercury). A esa altura, la euforia, traducida en cánticos y aplausos, estaba instalada en la gradería y bajaba a la cancha. Afuera todavía había gente haciendo fila para ingresar y en las puertas de acceso los tumultos empezaban a disminuir, mas no así la ansiedad por ver a las estrellas de la noche.
Era el frenesí que provocaba la presencia en el país de una banda con la trayectoria de Scorpions, algo nunca pensado en otras épocas. La expectativa se fue acrecentado en los días previos al concierto, varias delegaciones de fanáticos habían viajado desde diversos puntos del país, en flota, avión e incluso en vehículos privados, con tal de no perderse la oportunidad de ver a sus ídolos.
“Llegué en avión. Pedí permiso en mi trabajo para venir. No me podía perder esto”, decía Carlos, un auditor cruceño que hacía fila para ingresar en el sector vip. Al igual que él, rockeros de varias generaciones estaban apostados desde tempranas horas del jueves esperando que se habilitaran los ingresos. Los más preocupados por ganar un buen lugar habían dormido la noche anterior en los alrededores del escenario o pagado por el espacio en la fila.
Desde temprano fueron apareciendo los comerciantes que ofrecían toda una gama de accesorios 'scorpianos'. Entre los productos que más se vendían estaban los CD con toda la discografía del grupo (algunos MP3 'sueltos' a Bs 5 y con DVD a Bs 20); asimismo, las poleras, pósters, tachas, manillas y adornos fosforescentes fueron bien requeridos.
La delegación rockera ingresó en el estadio a las 19:30. Detrás del escenario se encontraban siete camerinos decorados con muebles negros y blancos, en los que cada músico disponía de frutas, agua, dulces y bebidas energéticas. Los organizadores (Esuesa) indicaron que los parámetros internacionales del espectáculo exigían cuidar cada uno de los detalles, no sólo en aspectos técnicos, sino también de seguridad.
En parte se vio que fue así, porque el control para evitar el ingreso de bebidas alcohólicas (y personas en estado etílico) fue estricto, como también la vigilancia con la prensa, especialmente con los camarógrafos, a los que dificultaron su trabajo.
Sting in the tail (el tema que da nombre a su última producción discográfica) fue la pieza escogida para dar inicio a una noche explosiva en la que los músicos demostraron que, a pesar de la altura, son capaces de hacer sacudir la cabeza a miles con potentes solos de guitarra (de Jabs y Schenker, cada uno a su turno) y la voz de Meine, que sigue sonando intacta como en sus mejores tiempos del disco Love at first sting (1984).
La nostalgia 'ochentera' estuvo tanto en las vestimentas (los pantalones de cuero de Matthias y los sombreros que usaba Rudolf), como en los efectos visuales de cada una de las canciones, cuyas características se reflejaban en las pantallas led.
Uno de los temas que mejor reflejó eso fue The Zoo, con ese riff tan metalero que hacía sentir que el piso se movía, a la vez que las luces destellantes envolvían el lugar. También hubo momento para la calma, con un set semiacústico en el que se escucharon Send me an angel, Holiday y Wind of change. Al mismo tiempo, Meine se cubría con las banderas boliviana y alemana, como un signo de hermandad. “Bolivia es el mejor lugar”, gritó y la ovación no se hizo esperar.
Luego regresó la adrenalina con Dynamite y el Kottak attack, el solo de batería de James Kottak, que lanzó frases como “You kick ass” (pateen traseros) y “Viva Bolivia, salud”, a la vez que se mostraban imágenes de las tapas de sus mejores discos.
El desfile de éxitos de la banda siguió con Blackout y Big city nights (haciendo referencia en la pantalla a La Paz), para, luego de un amago de despedida, retornar con No one like you, Rock you like a hurricane y una versión a capella de Still living you.
Eso fue todo, algunos reclamaron temas como Always somewhere y Rhythm of love, pero la mayoría sólo podía decir que fue el mejor concierto de rock en la historia de Bolivia.

“Disfrutar de esta música es volver a vivir”
Martín Joffré / Músico y Productor
Lo vivido en el Hernando Siles fue una de las mejores experiencias musicales de mi vida. Yo que he sido fanático de Scorpions desde pequeño y no podía perderme este concierto por nada del mundo, así que estuve allí en primera fila, desde temprano, esperando que los músicos aparezcan. Verlos en vivo, de cerca, no tiene precio, es como haber esperado 25 años para ello, pero con la particularidad de que no los estás viendo en el US Festival en 1983 o en un show en Nueva York. No es lo mismo, porque es en tu país, en tu ciudad. Estás saliendo de tu casa y dices: “Estoy yendo al show de Scorpions”, eso no lo hubiese imaginado nunca.
La banda estuvo impecable. Klaus Meine es una máquina del tiempo; su energía demoledora y su manera de cantar no han variado con el paso de los años, es una maravilla. Rudolf Schenker tiene 66 años, pero sobre el escenario no se nota, ni siquiera por la altura. Uno lo ve cambiando de vestuario, de guitarra, preocupándose por pequeños detalles para dejar satisfecho al público; es un maestro. Matthias Jabs no se quedó atrás con esa forma impecable de tocar las cuerdas, mientras que el baterista es uno de esos músicos que toda banda de hard rock quisiera tener. A su vez, el bajista sonaba con una potencia tal que hacía vibrar el escenario.
Todos pusieron de su parte para que sea un concierto inolvidable, con pequeñas cosas que no todos logran apreciar, como cuando se juntaron para hacer el famoso paso del rockero de costado.
Si hubo alguna falla, yo no la vi, porque en ese momento yo no era músico ni productor, era un fanático de una banda que está viviendo su momento. Porque disfrutar la música de la forma en que la disfruté es vivir.

Desde el Siles

- Control. Más de un espectador se molestó por el estricto control de bebidas alcohólicas en las puertas del estadio, sobre todo cuando el personal de seguridad procedía a oler el 'tufo' de la gente, con el objetivo de evitar el ingreso de ebrios.

- Prensa. La organización falló al no dar condiciones a la prensa para desarrollar su trabajo y más se preocupó por impedir la presencia de camarógrafos y fotógrafos. A pesar de que supuestamente había un lugar para el ingreso de los periodistas (puerta 6), los reporteros no fueron informados oportunamente al respecto, lo que causó una serie de confusiones.

- Extremo. A la Policía se le fue la mano cuando empezó a lanzar gases lacrimógenos, con el objetivo de dispersar a un grupo de revoltosos a la salida del estadio. No tomaron en cuenta que aún había mucha gente y que resultaba muy difícil evacuar rápidamente el lugar.

- Fiesta. Varios boliches de La Paz albergaron a los rockeros que continuaban con la algarabía del show, coreando los temas de Scorpions y escuchando las canciones en sus equipos de música.

- Famosos. Diversos personajes se vieron entre la multitud de fanáticos de la banda alemana, desde periodistas y empresarios, hasta futbolistas, como Luis Héctor Cristaldo.

Opiniones

Gabriel Feldman
Productor de espectáculos
Me encantó comprobar la vigencia de Meine y su voz intacta, además del dinamismo de todos los demás músicos. Recordé muchos momentos del Rock in Río 85, cuando vi por primera vez a Scorpions. Fue un gran show el que dieron en La Paz, buenas luces y sonido. Hay que felicitar a la gente de Sonilum por este trabajo.

Rudy Ortiz
Periodista
Ver a Scorpions fue recordar mi primer casete del disco en concierto World Wide Live. Eran las mismas canciones, el mismo sonido, la voz de Meine, todo fue una muestra de que después de 25 años de ese disco, Scorpions sigue sonando igual. Fue como volver en el tiempo, con la diferencia de que esta vez hubo un mayor despliegue tecnológico.

Jorge Arduz
Periodista
Fue algo nunca visto en Bolivia. Una puesta en escena increíble, con ese sonido heavy metal de los años 80, que fue ejecutado magistralmente por Rudolf Schenker. El baterista se robó el show con su solo. Me encantó la respuesta del público, aunque me pareció que el concierto pudo haber sido más largo, pues sólo duró 1 hora y 35 minutos.

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